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((**Es17.465**) declaraban que nunca se había visto en Roma una exposición como aquélla. Hagamos de ella una breve descripción. Ocupaba los nuevos locales contiguos a la iglesia, entre los cuales figuraban el paseo que la rodea y las dos sacristías inauguradas el día veinte de enero, que formaban los tres primeros y mayores salones. El primero, para cristalería, contenía todos los objetos de cristal grandes y pequeños, con el centelleo de mil colores, de suerte que se experimentaba la ilusión de atravesar una sala de Murano 1. En el segundo, destinado a la madera, se veían obras de marquetería en caoba y nogal de India, variadas y exquisitas tallas en el arte del calado, finísimos trabajos en concha y en marfil. El tercero, el del libro, ofrecía el aspecto de una rica biblioteca; había en él autores de teología, de filosofía, de ciencia, de literatura, de ascética; y hasta se encontraban algunos incunables de los siglos quince y dieciséis, que despertaban la codicia de los anticuarios. Venían, a continuación, otras cinco salas más pequeñas. En una colgaba de las paredes y cubría anchas mesas una magnífica colección de cerámicas y porcelanas; admirábanse en ella colosales y espléndidos jarrones japoneses, servicios de té y de café, mil figurillas de animales, desde el elefante al ratoncillo y desde el águila a la mariposa, amén de reptiles y peces; estatuas, estatuitas, estatuillas sobre pedestales de mármol o de madera tallada. Otra sala encerraba los objetos preciosos y brillaban en ella, encerrados en escaparates y vitrinas, objetos de plata y de oro, algunos de los cuales tachonados de piedras preciosas; además, estuches, cajoncitos, cofres, neceseres con adornos de plata y de piedras preciosas; por último relojes y joyas. Los Cooperadores de Italia y de Francia habían ido a porfía en el envío de collares, pendientes, broches, brazaletes y anillos de valor. ((**It17.541**)) Abundaban, además, objetos de menor valor en bronce y otros metales. Las últimas tres salas estaban reservadas para las labores de confección casera, enviadas con profusión: bordados en seda, en hilo, en lana y una gran variedad de encajes. No había una sala destinada exclusivamente a la pintura; pero en todas se veían abundantes cuadros colgados de las paredes y algunos de autores célebres; sobresalían, entre éstos, dos flamencos valorados en veinticinco mil liras cada uno. El catálogo impreso registraba cinco mil setecientos premios; pero se añadieron después otros dos mil seiscientos. El sorteo fijado para 1 Murano: famosa ciudad italiana del Véneto, famosa por su cristalería artística (N. del T.). (**Es17.465**))
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