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declaraban que nunca se había visto en Roma una
exposición como aquélla. Hagamos de ella una breve
descripción.
Ocupaba los nuevos locales contiguos a la
iglesia, entre los cuales figuraban el paseo que
la rodea y las dos sacristías inauguradas el día
veinte de enero, que formaban los tres primeros y
mayores salones. El primero, para cristalería,
contenía todos los objetos de cristal grandes y
pequeños, con el centelleo de mil colores, de
suerte que se experimentaba la ilusión de
atravesar una sala de Murano 1. En el segundo,
destinado a la madera, se veían obras de
marquetería en caoba y nogal de India, variadas y
exquisitas tallas en el arte del calado, finísimos
trabajos en concha y en marfil. El tercero, el del
libro, ofrecía el aspecto de una rica biblioteca;
había en él autores de teología, de filosofía, de
ciencia, de literatura, de ascética; y hasta se
encontraban algunos incunables de los siglos
quince y dieciséis, que despertaban la codicia de
los anticuarios.
Venían, a continuación, otras cinco salas más
pequeñas. En una colgaba de las paredes y cubría
anchas mesas una magnífica colección de cerámicas
y porcelanas; admirábanse en ella colosales y
espléndidos jarrones japoneses, servicios de té y
de café, mil figurillas de animales, desde el
elefante al ratoncillo y desde el águila a la
mariposa, amén de reptiles y peces; estatuas,
estatuitas, estatuillas sobre pedestales de mármol
o de madera tallada. Otra sala encerraba los
objetos preciosos y brillaban en ella, encerrados
en escaparates y vitrinas, objetos de plata y de
oro, algunos de los cuales tachonados de piedras
preciosas; además, estuches, cajoncitos, cofres,
neceseres con adornos de plata y de piedras
preciosas; por último relojes y joyas. Los
Cooperadores de Italia y de Francia habían ido a
porfía en el envío de collares, pendientes,
broches, brazaletes y anillos de valor. ((**It17.541**))
Abundaban, además, objetos de menor valor en
bronce y otros metales. Las últimas tres salas
estaban reservadas para las labores de confección
casera, enviadas con profusión: bordados en seda,
en hilo, en lana y una gran variedad de encajes.
No había una sala destinada exclusivamente a la
pintura; pero en todas se veían abundantes cuadros
colgados de las paredes y algunos de autores
célebres; sobresalían, entre éstos, dos flamencos
valorados en veinticinco mil liras cada uno.
El catálogo impreso registraba cinco mil
setecientos premios; pero se añadieron después
otros dos mil seiscientos. El sorteo fijado para
1 Murano: famosa ciudad italiana del Véneto,
famosa por su cristalería artística (N. del T.).
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