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La invitación, redactada por el mismo
Arzobispo, desarrollaba elocuentemente el concepto
apenas enunciado en la referida carta, insertando
este magnífico elogio de don Bosco: <>-Os confiamos la construcción del gran templo
a dedicar en Roma al culto del divino Corazón.
Nosotros concurriremos con nuestro patrimonio,
reservándonos la construcción de la fachada.
>>Y don Juan Bosco se aprestó resueltamente a
la obra>>.
Pasaba después a hablar del estado de las obras
y seguía diciendo Su Eminencia:
<((**It17.535**)) a una
con sus hijos de la Congregación Salesiana, ya ha
empleado en él verdaderos tesoros; y se requieren
más todavía para dotarlo de lo necesario. Sin
embargo, aun cuando la industria y el trabajo de
los Salesianos lleguen a esto, no todo quedará
terminado. El templo aguarda del Papa su clásica
fachada>>.
Y aquí exponía lo que ya se había hecho lo que
quedaba por hacer para la ejecución de la
propuesta 1.
Viglietti leyó en Mathi, durante la comida, a
don Bosco y a los comensales las dos páginas del
periódico, que contenían el largo artículo.
Mientras se hacía esta lectura, todos advertían la
indiferencia y tranquilidad del Santo, al oír su
letanía de alabanzas; es más, en el momento
culminante, como tenía el vaso en la mano, se puso
a beber como si tal cosa. Después encargó que se
escribiera a Lemoyne para
1 Ap. Doc. núm. 81.
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