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Como se ve, se eclipsaba don Bosco y aparecía
en su lugar como inventor el conde Balbo y como
presentador de la propuesta el Arzobispo. Era su
táctica acostumbrada, la de hacer que trabajaran
otros para sus fines y quedarse él entre
bastidores.
-Este es, dijo a don Carlos Viglietti, el único
medio para ir ((**It17.532**))
adelante y salir airosos con los enormes gastos
que requiere la iglesia del Sagrado Corazón.
El mencionado artículo, después de presentar el
ejemplo de Francia con su basílica de Montmartre y
recordar los comienzos de la del Castro Pretorio,
seguía diciendo: <>.
El artículo iba acompañado de una serie de
documentos, entre los cuales había una invitación
al pueblo católico de Italia y una carta del
Cardenal a los Arzobispos de todo el reino. La
carta, cuyo fin era la presentación de la
invitación, había sido enviada ya hacía ((**It17.533**)) más de
tres semanas con ejemplares de los módulos para
las suscripciones. La carta al Episcopado decía:
1 Esta es una ligera puntada política contra
los liberales que soñaban con una conciliación en
la que para nada tuviese que tomar parte la Italia
oficial, sino que el Papa renunciase pura y
simplemente a sus derechos. En la prensa católica
de entonces, hacíase distinción entre una Italia
real, la de los buenos católicos, y otra legal, la
de los gobernantes.
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