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Roma, en los quince días que permanecieron en
Turín, sus pasos se dirigían siempre a la iglesia
de María Auxiliadora. íOh, si la Virgen escuchase
su plegaria, qué sacudida para la herejía en
Inglaterra!>>.
Después, hasta 1887, no hay más datos que
sepamos sobre las relaciones habidas entre don
Bosco y el Duque de Norfolk. El veintitrés de mayo
de dicho año, el Duque, camino de Roma, hizo una
parada en Turín para ver a don Bosco. Lo visitó en
el Oratorio, tuvo con él un largo coloquio y
estuvo comiendo con los Superiores.
Es del mismo año la noticia de un hecho
portentoso, relacionado con la familia del Duque.
Lo comunicó el jesuita P. Cirilo Martindale, en el
año de la canonización, a don Eneas Tozzi,
inspector salesiano de Inglaterra. Se sabía que el
venerando Padre tenía mucha simpatía a don Bosco;
por lo mismo, don Eneas Tozzi pensó en él para que
compusiera el himno con ocasión de las fiestas en
honor del nuevo Santo, y efectivamente lo compuso;
rogóle después tuviese a bien manifestar de dónde
le venía a su familia tanta simpatía por don
Bosco. El hecho causaba mayor extrañeza por la
circunstancia de que Lord Martindale es aún
protestante y el Padre Cirilo, su hijo, es un
convertido. Y éste es el relato que él hizo.
La Duquesa de Newcastle, pariente lejana de su
padre y amiga de los Norfolk, había ido a Lourdes
para implorar la tan suspirada curación de su
niño. Mujer, nada fácil a las emociones ni dotada
de calenturienta fantasía, sucedióle allí un
fenómeno, por el que temió sentirse alucinada.
Mientras rezaba en la gruta, le pareció escuchar
una voz que le decía:
-Reza por la madre, no lo hagas por el hijo.
Volvió la vista alrededor para cerciorarse de
que no hubiese personas que hablasen por allí
cerca; pero no había ni una alma. De allí a pocos
instantes, se le repitieron interiormente las
mismas palabras, por lo que quedó un tanto
impresionada y esta impresión la acompañó hasta
Turín, a donde fue con la misma intención para
visitar a don Bosco. Llegada aquí, obtuvo
audiencia con el Santo. Cuando entró en su
habitación, estaba él escribiendo y siguió
haciéndolo, ((**It17.524**)) sin
atender a la visitante, que no sabía explicarse
aquella actitud en un sacerdote tan estimado por
ella. Por fin dejó don Bosco con toda calma la
pluma y, volviéndose a la Duquesa, le dijo de
repente y en tono sosegado:
-Rece por la madre, no rece por el hijo...
íIgualísimo que en Lourdes! Hondamente
pensativa, la señora rezó en la iglesia de María
Auxiliadora como se le había recomendado y, así
que regresó a Londres, su amiga la duquesa de
Norfolk moría a
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