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arzobispado de Milán. Tal recuerdo le llena
siempre de santa emoción.
Como suele hacerse cuando algunas personas han
de comulgar infra missam, en un altar donde no hay
sagrario, se puso sobre el ara un pequeño copón
con las formas suficientes para que comulgaran los
Duques y su séquito: es decir, no más de unas
veinte. El Santo las consagró. Al llegar el
momento de la comunión, las numerosas personas
devotas que se agolpaban fuera de la balaustrada y
en los bancos más próximos, ((**It17.521**)) apenas
vieron que el celebrante, aquel celebrante,
después de dar la comunión a los Señores, la
repartía también a los de su acompañamiento, que
uno tras otro subían y se arrodillaban en la grada
del altar, se acercaron ellos también para
comulgar. El monaguillo y el sacristán hicieron lo
posible para convencer a aquellas personas de que
no había formas suficientes y convenía reservar a
los ingleses las que se habían consagrado; pero
todo fue inútil, pues nadie estaba dispuesto a
ceder. Era una suerte nunca vista, la de poder
comulgar de manos de don Bosco. Y éste, notando el
nerviosismo por disuadir a las personas extrañas,
dijo al ayudante:
-Déjalos, no te preocupes...
-Pero es que las hostias están contadas...
>>Quiere usted que diga que las traigan del altar
mayor?, preguntó el monago.
-Deja, deja..., repitió él.
El monaguillo no se atrevió a insistir, pero
contemplaba mientras tanto con creciente estupor
un verdadero milagro de multiplicación, puesto que
don Bosco, sin partir ni siquiera una hostia, iba
dando la comunión a decenas de fieles. Asegura don
José Grossani que los comulgantes superaron la
cifra de doscientos. Ni ingleses ni italianos se
dieron cuenta de ello y el aludido párroco no sabe
explicarse cómo nadie haya prestado crédito hasta
ahora a su tantas veces repetida narración. Es
ésta, en efecto, la primera vez que se publica
este acontecimiento.
Los peregrinos británicos abandonaron Turín el
veinticinco de mayo. Escribía don Bosco el
veintiséis al Conde Colle: <>. Ciertamente, ya durante la primera
visita, don Bosco había logrado en la tarde del
día veintitrés, que el niño anduviese unos cuantos
pasos, lo cual nunca le había sido posible hasta
entonces. También don Carlos Viglietti refiere en
su diario, el día veintiocho: <(**Es17.448**))
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