((**Es17.444**)((**It17.516**))
CAPITULO XVIII
EL DUQUE DE NORFOLK
APENAS regresó don Bosco de su último viaje a
Francia y bajó del coche en el patio del Oratorio,
se le presentó el capellán del Duque de Norfolk,
que departió unos minutos con él, hablando en
italiano. El Santo le pidió noticias de la
Duquesa, que había llegado recientemente a Turín,
pero que no estaba bien del todo y se sentía
cansada del viaje, igual que su hijo. Luego
preguntó por el Duque, llegado igualmente a Turín,
y rogó a su cortés interlocutor que le diese
muchos saludos de su parte. El sacerdote llevaba
el plan preciso de fijar una audiencia para sus
Señores; pero don Bosco, tomando al vuelo la
propuesta, afirmó que estaba totalmente a su
disposición en cualquier momento. Y, puestos de
acuerdo sobre ello, se despidieron.
Mientras éste se disponía a marchar, vio don
Bosco a dos extranjeros que se acercaban por
detrás del sacerdote y les saludó, creyendo que
perteneciesen al séquito del Duque; pero el
capellán, al verlos, le dijo señalando a uno de
los dos:
-Mire, padre, éste es el Duque de Norfolk;
habla muy bien el francés.
Don Bosco quedó maravillado, al contemplar un
tan insigne personaje, vestido sencillamente y
tocado con un gran sombrero. Realmente el Duque no
tenía nada de la aristocrática severidad, propia
de la nobleza británica, sino que vestía como un
modesto burgués. Parecían mejor trajeados sus
servidores.
((**It17.517**)) Se
estrecharon cordialmente la mano e intercambiaron
palabras de saludo. El Santo pidió excusas por su
equivocación. Y conversaron unos minutos con gran
satisfacción del gentilhombre, que había ido allí
precisamente de incógnito para formarse en seguida
un concepto de don Bosco.
Antes de seguir adelante, presentamos aquí
algunos datos que complementen los ya dados en el
volumen XV 1. Su Alteza el Duque
1 Véase Vol. XV, pág. 482.
(**Es17.444**))
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