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((**Es17.439**) proponga la manera de arreglar con el menor deshonor la abstrusa cuestión. Sin embargo, cuando en un nuevo clima político se emprendió el segundo camino más honroso, no actuó como causa determinante el temor, sino la sabiamente reconocida importancia del problema y de una buena solución del mismo. Hermosa jornada fue para el Oratorio el día ocho de diciembre. Don Bosco alegró a todos, tomando parte en la comida con los Hermanos. Muy raras veces daba él la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia, pero, aquella tarde, la impartió. La gente se subía incluso a los bancos para ver al venerando anciano que, encorvado y a paso lento y vacilante, avanzaba hacia el altar. Al atardecer, dio a los Salesianos la tradicional conferencia en el coro de María Auxiliadora. Pero este año había algo más, fuera de lo tradicional: había que comunicar oficialmente la designación de don Miguel Rúa como Vicario General 1. Después de leer don Juan Bautista Francesia la circular concerniente a esta medida, habló el Santo. Dijo que nosotros somos deudores a María Auxiliadora de todo y que todas nuestras grandes cosas tuvieron su comienzo y su cumplimiento en el día de la Inmaculada. Describió lo que era el Oratorio cuarenta y cuatro años antes y comparó el estado actual con el anterior. Notó que todas las bendiciones, llovidas del cielo por mediación de la Virgen, eran el fruto de aquella primera avemaría, rezada con fervor y con recta intención junto con el jovencito Bartolomé Garelli, en la ((**It17.511**)) iglesia de san Francisco de Asís. Concluyó, afirmando que nuestra Congregación estaba llamada a cosas grandísimas y a extenderse por todo el mundo, si los Salesianos eran siempre fieles a las Reglas, que les dio María Santísima. Viglietti escribe en el diario que don Bosco habló aquella tarde con extraordinaria vehemencia y dijo que se encontraba mucho mejor desde algún tiempo atrás. Parece que este bienestar le duró bastante, porque el día trece reunió en la biblioteca a los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato, les habló de la vocación y los despidió contentos, regalándoles muchas avellanas. El día de Navidad volvió a bajar para impartir la bendición eucarística. Mientras los fieles salían de la iglesia y estaba la plaza atestada de gente, llegó de improviso el Cardenal en su coche. Iba a agradecer personalmente a don Bosco las felicitaciones recibidas por escrito. Otro indicio de que la salud de don Bosco iba mejor, se tuvo el día treinta y uno, cuando dio a todos, después de las oraciones de la 1 Véase más atrás pág. 245. (**Es17.439**))
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