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((**Es17.428**) quien tuviese que asistirle. Los padres lloraron de satisfacción; llenos de fe, tuvieron por cierto que el hijo curaría a la sombra de María Auxiliadora. Pero, a primeros de septiembre, parecía próximo a fallecer. Pasó dos días y dos noches en continuo delirio. Los doctores Fissore y Albertotti respondían a las preguntas con ciertas muecas, como queriendo decir que no había esperanza. Ya otros tres hijos habían padecido también la misma enfermedad del tifus y habían muerto. Los padres telegrafiaron a don Bosco, que se encontraba en San Benigno. El les contestó, asegurando oraciones y animándoles a estar tranquilos. Efectivamente, poco a poco cesó el delirio y comenzó una sensible mejoría. Don Bosco, como decíamos, lo visitó al ir a Valsálice. El enfermo ya se movía en el lecho, pero todavía con dificultad. Después de darle la bendición, el Santo añadió: -Déjalo de mi cuenta, Enrique, quiero que ((**It17.498**)) hagamos juntos una gran fiesta. Cuando estés curado, haremos un banquete y tú ocuparás el puesto de honor. Llegó aquel día y fue el veintiocho de octubre, víspera de la salida. Se dio realmente una comida, en la que el rapaz, perfectamente restablecido, ligero y alegre como el que más, estaba sentado en el centro de la mesa. Puede fácilmente imaginarse la satisfacción de todos. Se leyeron poesías, hubo música, se cantó y todos quedaron convencidos de que las oraciones de don Bosco habían obtenido un milagro de María Auxiliadora. Hacía tiempo que don Bosco maduraba un proyecto de innovación en el Oratorio. Para comprender el porqué, hay que tener en cuenta dos cosas: que, en el concepto y en la práctica del Fundador, el Oratorio era esencialmente un lugar de beneficencia para la juventud y que, según su ideal, la sección de estudiantes había de ser, ante todo, un vivero de vocaciones eclesiásticas y religiosas. Dado este doble carácter de su obra primitiva, consideraba él como un error y un peligro mantener en ella el quinto curso del bachillerato. Poco a poco, pues, había madurado en su mente la determinación de suprimirlo. Intuyó, sin duda, las dificultades que se le opondrían; por lo cual no cortó de un golpe el nudo, sino que fue preparando anticipadamente los ánimos. Manifestó su plan, por vez primera, en la sesión capitular, tenida en San Benigno el día veinticuatro de agosto por la tarde, concluyendo de este modo: -Podré tener opositores en este punto, pero yo no cambiaré de opinión. El que quiera cursar el quinto año, vaya a otros colegios y pague la pensión normal. No es justo que algunos coman el pan de (**Es17.428**))
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