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Con mucha razón consideraba el Cardenal que don
Bosco necesitaba todavía aire fresco y descanso;
pero él, en cuanto se sentía un poco mejor, se
entregaba con su habitual energía a sus
ocupaciones, con lo que volvía a recaer. Estaba ya
determinado que el día de la Asunción volvería a
Turín para asistir a la distribución de premios y,
al mismo tiempo, ser felicitado por su cumpleaños.
Pero la antevíspera tuvo que someterse a la
operación del corte de un divieso que le salió en
una axila; operación que, en sus delicadas
condiciones de salud, le causó fiebre, de suerte
que no se movió. Las invitaciones impresas, que
hablaban también de su cumpleaños, ya no se
enviaron. Es más, rogaba Viglietti a don Miguel
Rúa que tomara las medidas oportunas para que don
Bosco renunciase a la idea de ir, el día
diecisiete de agosto, a San Benigno Canavese a los
ejercicios espirituales de los aspirantes;
informábale también de que era su propósito ir a
todas las tandas, pero que, no se encontraba con
las fuerzas necesarias y los médicos lo
calificaban de gran disparate. La recomendación
surtió efecto. Don Bosco no se movió, de suerte
que, también el año 1885, estuvo fuera de Turín
para la fiesta de su cumpleaños y la distribución
de premios. Por respeto a don Bosco, que estaba
indispuesto, no se quiso armar mucho ruido, y se
celebró en familia. Pero la jornada del Oratorio
se alegró con la imprevista llegada del Obispo de
Novara y el teólogo Margotti 1. Una representación
de jóvenes estudiantes y aprendices salió del
Oratorio hacia las alturas de Mathi para llevarle
las felicitaciones.
Ya sabemos cuánto le interesaba no faltar
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ejercicios espirituales de las señoras en Nizza
Monferrato; pero ya había renunciado a ello
espontáneamente, haciéndose representar por don
Juan Bonetti.
Muy querido Bonetti:
Me han sobrevenido nuevas molestias que me
privan totalmente de la satisfacción de poder ir a
los ejercicios espirituales de Nizza. Te encargo
que me disculpes y digas a las señoras
ejercitantes mi imposibilidad de asistir.
Pero he rezado por ellas durante todo el curso
de los mismos y, el día de la clausura, celebraré
la santa misa según la intención de todas ellas.
Que Dios las proteja a todas y sea María su
guía en todos los peligros de la vida hasta el
cielo y que, algún día, se digne recibirlas a
todas a su alrededor en el Paraíso.
Tengan a bien rezar por este pobre y cecuciente
sacerdote, que se compromete a tener cada día un
memento especial por ellas en la santa misa.
Saluda, además, particularmente a nuestras muy
queridas hermanas, y diles que,
1 Carta de don José Lazzero a monseñor
Cagliero. Turín, 13 y 2 i de agosto.
(**Es17.426**))
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