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presagiar un buen resultado. Para éstos siempre
estarán abiertas las puertas de nuestras casas.
Eso es lo que quería deciros. Bendito sea el
Señor que, una vez más, ha permitido que nos
encontráramos todos juntos. Esmeraos, con el
consejo que os doy, por acrecentar los méritos de
vuestro ministerio sacerdotal. La gloria de la
Iglesia es nuestra gloria, la salvación de las
almas es nuestro interés. Todo el bien, que los
otros haran por causa nuestra, acrecentara el
esplendor de nuestra gloria en el Paraíso. La
Virgen Santísima os proteja y esté Dios siempre
con vosotros.
Antes de separarse, aquellos buenos hijos
pidieron y obtuvieron que su querido Padre se
sentase en medio de ellos para sacar un hermoso
grupo fotográfico. Al caer de la tarde, estaba de
nuevo en su refrigerante morada.
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También consintió en Mathi posar un rato para un
pintor de Brescia, que se lo pidió para retocar un
retrato tomado de una pequeña fotografía. Cuando
hijos y amigos le pedían que les dejase reproducir
sus facciones, imitando también en esto la
incomparable condescendencia del Santo de Sales,
no se mostraba reacio en absoluto. Es una realidad
indiscutible que aquella efigie hacía un gran
bien. Y por lo que toca a aquel pintor, le debió
parecer un acto de caridad el contentarlo, pues
tenía un hijo aprendiz en San Benigno Canavese y,
como escaseaba de medios económicos, intentaba,
con plena condescendencia de don Julio Barberis,
suplir de este modo a pagar el saldo de sus deudas
por la escasa cuota mensual. Admitido, pues, a su
presencia, le dijo:
-Esmérese por hacerme guapo; de lo contrario,
nadie querrá ser amigo mío.
Siguió después bromeando durante todo el
trabajo. Aquel señor marchó muy contento; pero
tuvo que decir que retratar a don Bosco tal cual
era, resultaba difícil y que la dificultad
consistía en reproducir fielmente la expresión
angelical que irradiaba de su rostro y de toda su
persona.
-No es una fisonomía clásica la suya, añadió;
pero tiene un no sé qué de sobrenatural, que
cuesta mucho lograr.
El día cinco de agosto fue a Mathi la señora
Dominica Garelli, de Caramagna, con la confianza
de que don Bosco le obtendría de María Auxiliadora
una gracia, por la que prometía tres mil liras. Su
gran seguridad se fundaba en un prodigio sucedido
anteriormente en su familia. Un tío suyo, que el
invierno anterior había ido a Turín para someterse
a una difícil operación quirúrgica, no había
podido inducir a los médicos al acto operatorio,
porque éstos no creían que el paciente estuviera
en condiciones de soportarlo. Fue entonces a don
Bosco,
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