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manos y le entregó cien liras en oro. El Siervo de
Dios, después de recibirlas, le enseñó un montón
de cartas y sobres acabados de llegar y le dijo
estas textuales palabras:
-Ha venido esta mañana a verme don Miguel Rúa y
me ha presentado la urgencia que tenía de
encontrar una considerable cantidad de dinero,
porque vencía hoy una letra de gran valor y no
contaba ni con un centavo. Le contesté que también
yo estaba sin blanca, pero que confiaba en la
divina Providencia, la cual proveería. Salió don
Miguel Rúa de mi aposento visiblemente preocupado.
Mientras tanto, me llegó el correo con un enorme
montón de cartas. Abrí la primera que vino a mi
mano y ((**It17.486**)) me
encontré una cantidad bastante considerable, que
me enviaba un Cooperador y que superaba la pedida
por don Miguel Rúa. Tomé otra del montón y era de
un anónimo, que me ofrecía otra cantidad
considerable. Entonces hice llamar a don Miguel
Rúa, quien se maravilló de lo sucedido y hubo de
palpar con la mano la intervención de la divina
Providencia.
El evidente origen providencial de sus medios
pecuniarios nos explica el concepto que don Bosco
tenía del dinero. Un día preguntóle el arcipreste
Della Valle sobre el rápido desarrollo de la
Congregación, gracias al continuo auxilio que le
suministraba la Providencia, y contestó:
-Mientras los Salesianos sepan valorar el
dinero, la Congregación florecerá.
Estas palabras deben interpretarse en sentido
espiritual: apreciar el dinero significa para él
tenerlo muy en cuenta, porque es Dios quien lo
envía, a fin de emplearlo según el espíritu y el
fin de la Congregación.
Allí, a la orilla izquierda del río Stura, a
una altura intermedia entre Turín y Lanzo y cerca
de este ayuntamiento, en una habitación tranquila
junto a la fábrica de papel, le volvieron las
ganas de comer y recobró las fuerzas. El ruido de
las máquinas no le molestaba. Gozaba paseando por
el jardín y se recreaba contando bonitos pasajes
de su vida. Aliviábale también la compensación del
sueño.
Este bienestar le permitía ocuparse más
intensamente de los asuntos, por lo cual deseaba
tener siempre a su lado algún miembro del Capítulo
Superior; los Capitulares se turnaban en Mathi, y
pasaban con él hasta algunos días. <>.
Pero la noche del diecisiete de julio, no pudo
descansar; desde que
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