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pesaroso para pedirle perdón, agradeciendo a Dios
y a don Bosco la gracia de su sincera conversión
1.
Todavía se recuerda en Carignano un hecho
extraordinario, que sucedió precisamente el día
dos de junio, fiesta de María Auxiliadora. El
clérigo novicio de Carignano, Luis Nicola, había
caído gravemente enfermo en San Benigno Canavese,
y había vuelto a su casa por voluntad de sus
padres. Sus condiciones de salud empeoraban
continuamente. Don Miguel Angel Chiatellino, el
gran amigo de don Bosco, fue a Turín con ocasión
de la fiesta de María Auxiliadora y, al
encontrarse con el Santo, recomendó el enfermo a
sus oraciones. Don Bosco respondió sonriendo:
-Tranquiliza a su familia; el clérigo Nicola no
necesita de nuestras oraciones; al contrario, ya
está rezando por nosotros. A estas horas, está en
el paraíso. Ha pasado a saludarme en el momento de
la elevación en la misa.
Don Miguel Angel Chiatellino sacó el reloj,
miró la hora, hizo el cálculo y, al llegar por la
tarde a Carignano, se enteró de que el clérigo
había muerto durante el tiempo que don Bosco
celebraba la misa.
Nos parece que no debemos pasar por alto el
testimonio de otro hecho prodigioso, sucedido por
aquellos mismos días y referido por una persona
que lo vio y lo oyó y a la que don Bosco apreciaba
mucho por su piedad y caridad. En las cercanías de
La Réole, cabeza de partido en el departamento de
Gironde (Francia), vivía una religiosa, que sufría
cada viernes los dolores de la Pasión de Nuestro
Señor. La señorita Lallemand y su madre, a pesar
de su desconfianza, quisieron ir a verla. Se
encontraron allí con eclesiásticos y seglares que
colocaban sobre el lecho de la extática cartitas
pidiendo gracias. Hicieron ellas lo mismo,
pidiendo en su escrito por las necesidades
espirituales y temporales de don Bosco. ((**It17.472**)) La
extática que, después de sufrir los dolores de la
Pasión, recibía el consuelo de la Visita de María
Santísima, se arrodilló, rebuscó entre el gran
montón de cartitas y, cuando tocó la que hablaba
de don Bosco, se puso a alabar a Dios por su celo
apostólico y por la multitud de almas que
arrancaba a Satanás con el ardor de su caridad.
Dijo: <<íQué necesario sería que hubiese ministros
de Jesucristo semejantes a él! El os suplica
continuamente, oh María, poder servirlos hasta su
último aliento a través de sus pruebas y
enfermedades>>. Después, postrándose sobre la
cartita, siguió: <>. Terminado el
1 Diario de Viglietti, 13 de noviembre de 1885.
(**Es17.406**))
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