((**Es17.405**)más que
don José Descalzi intentara animarlo. Entró, en
cambio, en el Seminario ((**It17.470**))
diocesano; de donde salió después de dos meses y,
en su día, contrajo matrimonio.
Fue también a don Bosco, para pedirle consejo
sobre su vocación, el alumno Juan Masera, que era
uno de los primeros de su curso y acostumbrado a
distinguirse en los certámenes públicos.
Contestóle el Santo entre bromas y veras:
-íA ti no te quiero!
El joven se doctoró en letras, es profesor en
las escuelas del Estado y recuerda con afecto y
agradecimiento a aquél, que guió sus primeros
pasos por el camino del saber y del honor 1.
Sin duda, don Bosco recibía a menudo luces
superiores para el discernimiento de las
vocaciones. En la tarde del día 31 de octubre de
1885, dijo a don Juan Bautista Lemoyne que, a
veces, mientras estaba en la iglesia, veía salir
del altar una especie de lamparita, que, después
de dar vueltas y más vueltas, se posaba sobre la
cabeza de algún muchacho; y que aquello era para
él señal evidente de vocación en el designado.
Se mantenía siempre en el Oratorio más o menos
viva la curiosidad por saber qué veía don Bosco en
las conciencias; también el clérigo Viglietti
estaba interesado en ello. Y, como entonces gozaba
de familiaridad con el Siervo de Dios, llevaba a
veces la conversación a este tema. Así, un día, le
preguntó sobre el sueño de las horcas, en el que
había visto el interior de muchos 2, y el Santo le
contó un episodio acaecido en aquel tiempo. Se le
presentó un joven, que le hizo una especie de
exposición de su estado de conciencia, pero
callándole las cosas más importantes, de las
cuales se avergonzaba.
-Pero >>no ves, le dijo don Bosco, que tú me
callas esto y aquello?
-íAh!, exclamó como indignado el joven, usted
ha hablado con mi confesor; no puede ser de otro
modo.
-íTe aseguro que no! >>No sabes que yo leo en
tu conciencia como en un libro?
-No, no, usted ha sabido estas cosas por mi
confesor.
((**It17.471**))
-íPobrecito! Se ve que no conoces a don Bosco.
No hubo manera de desengañarlo. Se marchó
confuso y muy malhumorado; pero, al día siguiente,
domingo, volvió muy arrepentido y
1 Como era rápido en escribir, estaba encargado
por don Miguel Rúa, con otros, de tomar nota de
las charlas públicas de don Bosco.
2 Véase Vol. XI, pág. 224.
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