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También la señora Ana Chiesa sintióse inspirada
para llevar a su hija Sabina, de quince años, que,
después de una pulmonía, había quedado siempre
enfermiza, y no se encontraba remedio alguno para
reponerla; antes, al contrario, todo hacía temer
que degeneraría en tuberculosis. Don Bosco la
recibió amablemente y dijo sin más que le
recetaría una medicina eficaz. La madre se
figuraba quién sabe qué medicamento; en cambio,
prescribió a la muchacha que rezara cada día,
durante todo el mes de mayo, siete Avemarías a la
Virgen Auxiliadora. El efecto obtenido fue
realmente admirable; la enferma se recuperó tan
plenamente que, trece años después, atestiguaba la
madre que su hija, llegada a ser madre también,
seguía disfrutando de perfecta salud.
El diario menciona también a dos señoras,
Carlota Odero y Mary Bellagamba, para decir que,
aquejadas de una enfermedad en el pasado y
habiéndose encomendado a las oraciones de don
Bosco, volvían ahora satisfechas a darle las
gracias, reconociéndose deudoras a él por la salud
recobrada.
El, que había recibido de Dios en tan gran
medida gratias curationum, ((**It17.456**)) el don
de curar a los demás, llevaba con resignación a la
voluntad de Dios la pesada cruz de sus crecientes
achaques; sin embargo, dispuso la Providencia que,
al término del viaje, se sintiese menos agobiado,
de suerte que, al partir de Sampierdarena y llegar
a Valdocco, pudo producir con su semblante en el
ánimo de sus hijos una impresión que no fuera de
desaliento.
Así, pues, acompañado del antiguo secretario
don Joaquín Berto, que había salido a su
encuentro, y del novel secretario Viglietti, se
encaminó, la tarde del día seis de mayo, hacia
Turín. Llegó al Oratorio cuando la comunidad
estaba en la iglesia para la bendición y fue él
mismo a darla. Después, escribe el cronista, <>. El afecto hacía que se diese un
valor particular a circunstancias fortuitas. Así,
otra crónica nos informa que, una hora antes de la
llegada de don Bosco, mientras se estaba adornando
el patio, un ruiseñor posado en un árbol llenaba
el aire con sus alegres gorjeos, y todos los que
lo oyeron, lo aclamaron como mensajero e
intérprete de la próxima común alegría 1.
1 El poeta de ocasión dedicó al pájaro canoro
estas dos estrofas de su himno <>.
Mas en la noche, con divino encanto,
un ruiseñor cantaba entre los ramos,
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