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Bosco hablase por medio del intérprete 1, sino que
todos creyeron que don Bosco había dictado la
carta a Viglietti 2.
La parada en Tolón no pasó de las veinticuatro
horas. Celebró la misa en casa de los condes Colle
y allí recibió los veinte mil francos prometidos.
Al volver a Niza, se encontró esperándole en la
estación de Cuers a los superiores, alumnos y
hermanas de La Navarre, que habían acudido allí
para saludarle. Observaban ansiosamente el paso
del tren y agitaban los pañuelos; don Bosco
contestaba desde la ventanilla ((**It17.451**)) del
mismo modo; apenas pudo bendecirlos y ya el tren
se puso en marcha.
Del día veintiuno al veintiocho de abril estuvo
en Niza. El día veintitrés por la tarde se
reunieron en la capilla los Cooperadores para oír
su palabra; pero don Bosco estaba demasiado
fatigado. Tuvieron, por consiguiente, que hacer de
necesidad virtud y conformarse con la conferencia
de monseñor Guigou, llegado expresamente de
Cannes. Era él un salesiano de corazón.
Entre los participantes, descollaba la figura
marcial del general Périgo, que se había coronado
de laureles en las campañas de Africa;
disfrutaba entonces en Niza un merecido descanso.
Después de la conferencia, pidió ver a don Bosco
con su familia. Fue introducido y encontró la
habitación atestada. Don Bosco estaba sentado e
intercambiaba con dificultad algunas palabras, ora
con uno ora con otro, hasta que los presentes, por
no cansarlo más, pidiéronle la bendición. Todos se
arrodillaron; sólo permaneció en pie el viejo
soldado. Don Bosco se levantó lenta y dignamente y
comenzó a recitar la fórmula. Ante aquellas
palabras, dichas con gran dulzura y unción, ante
el espectáculo de don Bosco en pie en medio de
aquella gente arrodillada, el altivo soldado se
emocionó, cayó a plomo de rodillas y se portó en
todo como los demás. Al salir decía:
->>Quién se podría resistir ante este
espectáculo? He endurecido mi corazón en los
campos de batalla, pero no lo he acostumbrado a
resistir semejantes escenas.
También él había recibido con gozo una estampa
de María Auxiliadora y obtenido que don Bosco,
como recuerdo de aquel día, escribiese al dorso
alguna palabra de su puño y letra.
El desfile de las personalidades más destacadas
no le permitía descansar. Llegó de Cannes para
verlo y hablarle un riquísimo señor, el Duque de
Vallombrosa. <(**Es17.389**))
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