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recomendaban a sus oraciones un hijo del general
Colombe. El joven oficial, gravemente herido
((**It17.446**)) en la
guerra de Tonquín, estaba a punto de someterse a
una difícil operación; pero el padre, que se
encontraba en Marsella, no conocía todavía toda la
verdad. Ignoramos qué sucedió después.
El día anterior una señora le había conjurado,
con los ojos arrasados en lágrimas, a que rezase
por su marido, que no quería cumplir el precepto
pascual ni quería oír hablar de la Iglesia o de
los sacerdotes.
Don Bosco le dio dos medallas, una para ella y
otra para su marido; pero ella, conociendo sus
sentimientos, decía que no se atrevería a
presentársela a su consorte: don Bosco insistió en
que lo hiciera. La señora obedeció y volvía para
decir que su marido, después de tener la medalla
en sus manos, la contempló un rato, se la acercó a
los labios, la besó, lloró, se conmovió y, aquella
misma mañana, había ido a confesarse y recibir la
comunión.
Divulgóse la noticia de que don Bosco salía de
Marsella el día veinte, lunes. La víspera quedó
invadida la casa. Los pasillos, la iglesia, el
patio estaban atestados a ciertas horas. Una
circunstancia extraordinaria aumentó el
entusiasmo. Mientras don Bosco se revestía para
salir al altar, le anunciaron que había llegado en
coche la señorita De Barbarin, que todo el mundo
sabía estaba enferma en cama desde hacía cinco
años. Don Bosco habíale enviado recado el sábado
por la tarde para que fuera a oír su misa el día
siguiente.Parecióle a la madre que no se debía dar
importancia a aquella invitación, y no quería que
se moviese. Pero la hija no le hizo caso. Al
acercarse la hora, llamó a las camareras, se
vistió, subió al coche y llegó a San León con
estupor de todos. Cuando entró en la iglesia, sus
conocidos no podían dar crédito a sus propios
ojos. Asistió, casi todo el tiempo de rodillas, al
santo Sacrificio, desayunó con don Bosco y
después, alegre como unas pascuas, dio vueltas por
el patio sin apoyo de ninguna clase.
Al llegar aquí y por no repetir lo ya dicho en
ocasiones análogas cederemos la palabra a
Viglietti. <((**It17.447**)) alguna
que contar, fruto de bendiciones recibidas los
días pasados. Traen a don Bosco lisiados ya
enderezados, sordos que ahora oyen, enfermos y
moribundos que gozan de perfecta salud; pecadores
que, arrepentidos, quieren o imploran la bendición
de don Bosco. Han dejado hasta ahora trece mil
liras, únicamente en limosnas menudas, a la casa.
>>En dos o tres días, los visitantes se han
llevado todas las plumas,
(**Es17.385**))
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