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mi primer pensamiento, si Dios quiere recibirme
con él en el cielo, será pedir a Jesús y a María y
a todos los Santos, que bendigan y protejan a los
que cooperan al bien de tantas almas.
Expuestos sumariamente estos conceptos, bajó
del púlpito. Tomó entonces la palabra el Obispo,
que hizo un espléndido elogio de don Bosco,
llamándolo santo. En la colecta se obtuvieron
setencientos francos; pero, según costumbre,
((**It17.445**)) hubo
muchos donativos particulares. Don Bosco mismo
pasó el cepo para recoger limosnas, diciendo:
-Para mis pobres huerfanitos.
Y respondía a todos:
-Que Dios se lo pague.
Era una escena conmovedora.
Después de la conferencia, se formó un corro de
señores alrededor de don Bosco y el conde de
Villeneuve contó un prodigio, recientemente
sucedido en su casa. Un criado suyo, con más de
ochenta años, estaba casi a punto de exhalar el
último aliento, cuando se le puso al cuello una
medalla de María Auxiliadora bendecida por el
Santo y quedó perfecta e instantáneamente curado.
Una multitud de señores y señoras rodeó por
largo tiempo a don Bosco y le iban presentando
quién a un hijo, quién a una hija, quién al
marido, quién al nieto, y diciendo:
-Mire, don Bosco >>lo conoce? Es el tal o la
cual, lo curó o la curó usted el año pasado.
Y él corregía:
-No, no, lo curó María Auxiliadora... Don Bosco
es un pobre cura cualquiera.
Con fecha del día dieciocho, menciona el diario
de Viglietti cuatro hechos dignos de nota. Un
oficial, apenas vio a don Bosco, se echó a su pies
y, sacando fuera una estampa de María Auxiliadora,
le dijo:
-íMire, don Bosco, quién me ha salvado de la
muerte y de las heridas en la guerra de Túnez!
Era una estampa, en cuyo dorso, antes de que él
partiese para el Africa, había escrito: <>.
La madre del conde de Villeneuve, que se
presentó poco después, creíase deudora a él de la
vida. En efecto, se la podía calificar de milagro
viviente; porque, desahuciada por los médicos y
estando ya en las últimas, había vuelto de la
muerte a la vida, en cuanto le pusieron al cuello
una medalla de María Auxiliadora, regalada por el
Santo.
Recibió, además, algunas personas distinguidas,
que afanosamente
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