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Beaujour, el señor Bergasse y otros más. En el
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brindis final, dirigióse don Bosco especialmente
al señor Bergasse, manifestándole su alegría por
la preciosa visita que le hacía, agradeciéndole su
inagotable caridad con los Salesianos y
presentándole a sus dos mayores bienhechores, los
condes Colle; recomendó después a su alta
protección la obra salesiana e invocó sobre él las
bendiciones y los premios celestiales. <>.
El conde Colle se excusó de los elogios
tributados a su persona y dijo que el poder servir
y ayudar a don Bosco era una de las mayores
suertes que se podían tener. Habló después el
señor Bergasse. Poseía una elocuencia natural,
sencilla y arrolladora. Declaró con cuánto gusto
hacía todos los esfuerzos posibles para cooperar
al bien realizado por los Salesianos, pero añadió
que en esto era ayudado por las Sociedades, que
estaban bajo su presidencia y daba prueba de ello,
ofreciendo a don Bosco seiscientos francos en
nombre de la Refinería de azúcares. Habló del
dolor que experimentaba su corazón, al ver la
ruina en que se hundía la sociedad contemporánea,
y ensalzó el celo de don Bosco, enviado por la
Providencia para remediar poderosamente tantos
males. Su amor a don Bosco lo arrebató de tal modo
que arrancó aplausos y lágrimas.
Pero no había terminado. Pasó después a alabar
la educación que daban los Salesianos a la
juventud, recogida por plazas y calles, y citó
periódicos que elogiaban a los alumnos de los
Salesianos, porque aquellos muchachos hacían amar
a la Iglesia y sus funciones con cantos de paraíso
y ceremonias ejecutadas a la perfección.
-Estos muchachos, siguió diciendo, son queridos
y admirados por todos. El párroco de San José se
hace lenguas de ellos públicamente desde el
púlpito, los elogian Marsella y Francia y bien
merecen ser queridos. Los muchachos de esta casa
aprecian sobremanera el canto llano, e incluso lo
prefieren a la música. Basta oírles cantar... íqué
bien cantan! ((**It17.440**)) Basta
verlos en la iglesia respetuosos, modestos,
disciplinados, para decir: íEstos son los hijos de
don Bosco! íAh!, No es, por tanto, verdad que todo
vaya francamente mal. íTenemos a un don Bosco! Que
Dios nos lo conserve aún por mucho tiempo, nos lo
bendiga, nos lo haga prosperar. Francia y el mundo
entero lo necesitan.
Don Bosco se alegró mucho al oír que sus
jóvenes gozasen de tanto aprecio y que supieran
hacer gustar el canto y las funciones sagradas. En
cuanto al señor Bergasse, a quien ya hemos
mencionado
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