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el examen de su propia vocación. Dijo después el
Santo que allí se habría podido formar una casa
salesiana; los hijos querían ser todos Salesianos
y las hijas Hermanas de María Auxiliadora.
Al ir a marcharse, no se encontraba el sombrero
de don Bosco. Después de buscarlo por todas
partes, se acabó por echar la culpa a don Pablo
Albera, que se había marchado antes. Apareció
después un hermoso sombrero nuevo.
-Pero éste no es el mío, dijo don Bosco.
-Sí, sí; es éste, póngaselo, contestó la
señora, autora de la treta.
Cúbrase porque, de otro modo, se enfriará y se
pondrá malo.
-Esto es demasiado, susurró a don Francisco
Cerruti con el rostro encendido y casi llorando.
-Tenga paciencia, murmuró don Francisco
Cerruti. Mientras sea usted don Bosco, es preciso
que se resigne también a esto.
-Tienes razón, concluyó el Santo, ípaciencia!
todo sea por amor de Dios.
Así dejó don Bosco aquella afortunada casa, mas
no sin que antes le diera el señor Olive una
generosa limosna. ((**It17.436**)) Don
Bosco llamaba a la familia Olive la de la olla o
del padrenuestro, avemaría y gloria a don Bosco,
aludiendo al hecho que ya hemos narrado más atrás
1.
El día nueve fue a comer en casa del conde de
Villeneuve. Había muchos invitados y reinó entre
ellos la más franca alegría, mantenida por los
donaires de don Bosco. Hablando de la lotería dijo
que a veces iban a él algunos a preguntarle a qué
números debían jugar y que él reía y les
contestaba:
-íAmigos míos, si yo supiera estos números,
sería el primero en jugarlos!
Contó después que, en una ocasión, para
librarse de ciertos importunos, escribió sobre un
billete: Fe, Esperanza, Caridad, y se lo entregó
doblado, recomendándoles que no lo abriesen hasta
después de pasar un determinado tiempo, que ellos
cumplieron. Cuando fueron a buscar en la lista de
los números premiados vieron que los
correspondientes a las tres virtudes teologales
habían sido favorecidos por la suerte y tornaron a
él para darle una discreta limosna.
Al volver a San León, se encontró allí con una
señora que le presentaba un hermoso niño. Nadie
hubiera jamás imaginado que era el mismo que el
año anterior le había llevado la madre,
completamente
1 Véase más atrás págs. 57-58.
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