Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.367**) Al salir de la habitación de don Bosco, llevaban la alegría pintada en el rostro. <>. Le visitaron entre otros la madrastra del Príncipe Czartoryski y el señor Harmel. Hacia las cinco de la tarde llegó toda una familia de Cannes, compuesta por siete u ocho personas. Llevaban una niña maltrecha, tullida y jorobada y suplicaban una bendición para ella. Cuando don Bosco terminó de pronunciar la fórmula, todos rompieron a llorar y decían entre sollozos que la muchacha estaba curada. En efecto, se marchó con sus parientes, sin apoyo de nadie y plenamente enderezada. Don Bosco se quejaba de estas curaciones repentinas, y decía que se alegraba cuando la gracia venía después de un triduo o una novena. Este año no abundaban las limosnas; veíase, como siempre, el buen corazón y no faltaba la generosidad, pero ésta era relativa, porque escaseaba el dinero con motivo de la crisis económica. Así hubo un señor que, después de ayudar la misa a don Bosco el día veintiséis, se excusó porque aquella vez, debido a la escasez de la cosecha, tenía que reducir a sólo trescientos francos su contribución anual. Años atrás no le llevaba menos de mil, que representaban el diez por ciento de sus entradas, como había prometido unos años antes por una gracia recibida: se encontraba don Bosco en La Navarre; aquel señor había llevado allí, con dificultad, a su mujer ya desahuciada por los médicos ((**It17.425**)) y quedó instantáneamente curada, al darle don Bosco la bendición. Fiel al voto hecho, hubiera querido también estar siempre en condiciones de ayudar con largueza al Hombre de Dios. Dicha señora fue al día siguiente con el marido para recomendar a su madre que, por todos los indicios, estaba ya con un pie en la sepultura. Don Bosco les dio la bendición llevando el pensamiento también a la enferma; pues bien, antes de anochecer, un telegrama les anunciaba la curación, efectuada, como después se averiguó, en el preciso instante en que don Bosco daba la bendición. Su oración benefició también a otro ausente. Un señor de Niza padecía de insomnio hacía unos meses y estaba sumido en la más desconsoladora desesperación. A petición de sus parientes, don Bosco celebró por él la misa del día treinta. Y, aquel mismo día, el enfermo durmió cuatro horas seguidas. No podemos pasar por alto algunas gracias espirituales. Fue recomendado al Santo un joven, que se burlaba de él y de los Salesianos y, (**Es17.367**))
<Anterior: 17. 366><Siguiente: 17. 368>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com