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sus obras de caridad 1, salió el día veinticuatro
de marzo por la mañana en compañía de su
secretario Viglietti y de don Juan Bonetti.
Mientras iban del Oratorio a la estación, preguntó
de repente al primero:
-íViglietti, >>a dónde Vas?
-Voy con don Bosco.
->>Y sabes a dónde va don Bosco?
Como vacilara Viglietti en responder, continuó
el Santo:
-Ni yo sé a dónde va don Bosco. Está en brazos
de la Providencia.
Durante el viaje de Turín a Sampierdarena en el
tren, se mostró jovial en la conversación y, al
llegar allí, celebró durante la comida los
donaires de monseñor Scotton, predicador de la
cuaresma. Aquella misma tarde, siguió viaje hasta
Alassio. Era el tiempo en que la costa de Liguria
empieza a ser un jardín esmaltado de flores. Don
Bosco, asomado a la ventanilla, se alegraba como
un niño al ver por todas partes margaritas y
melocotoneros en flor.
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Pernoctó en Alassio y siguió viaje hacia Niza. Don
Francisco Cerruti sustituyó a don Juan Bonetti,
que se quedó en Sampierdarena. En Ventimiglia se
encontró con su gran amigo el barón Héraud, que
había acudido a su encuentro con don César Fasani,
prefecto del Patronato. Los hermanos de
Vallecrosia apenas si pudieron besar su mano e
intercambiar unas palabras. En la estación de Niza
le esperaban muchos señores y señoras con sus
coches. Una rica marquesa tuvo la ansiada suerte
de llevarlo en su coche a la casa salesiana.
Una vez allí, terminados los alegres y
afectuosos agasajos, subió a la habitación y se
detuvo de pronto en el umbral como asustado a la
vista del lujo señorial, y ordenó que quitaran
inmediatamente la alfombra que cubría parte del
pavimento. Le había parecido al Director que
aquello no era un lujo, sino una debida atención
para don Bosco y también para las personas de
calidad que fueran a visitarlo. Pero don Bosco, en
cambio, pensaba de manera muy distinta. Sentóse y
contó con su tranquila llaneza un episodio del
marqués Fassati. Este su noble amigo y bienhechor,
al ver un día ciertos adornos en el edificio de la
portería, le había dicho que ya no se atrevía a
darle dinero, porque le parecía que tenía de
sobra. Y eso que aquel arreglo no tenía nada de
extraordinario y estaba además justificado por las
1 Al finalizar el año 1884, para juntar dineros
había mandado a don Juan Bonetti escribir y
publicar como Suplemento en el Boletín Salesiano
una carta, que él firmó y en la que suplicaba a
los sacerdotes aplicaran misas según su intención,
cediéndole la limosna (Ap. Doc. núm. 63).
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