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Sobieski contra los Turcos. Hizo a la ida una
breve parada en Turín, pero no encontró allí a don
Bosco; ((**It17.410**))
visitó, sin embargo, detalladamente el Oratorio,
acompañado por don Miguel Rúa, quien le aconsejó
volviera en mayo para la fiesta de María
Auxiliadora. Y así lo hizo. Pasó entonces en el
Oratorio todo el día veinticuatro, asistió a las
funciones religiosas y se sentó a la mesa con don
Bosco. Todo lo que veía dentro del Oratorio le
conmovía, de modo que determinó retrasar la salida
para tener facilidad de hablar a su gusto con el
Santo. Se hospedó en el Gran Hotel de Europa,
desde donde iba todas las mañanas a hacer sus
devociones en el santuario de María Auxiliadora;
después se quedaba a tomar el café con don Bosco,
a quien acompañaba a menudo de paseo en las horas
de la tarde. Prolongó así su estancia hasta san
Juan. Desde entonces, siempre consideró aquel mes
como uno de los períodos más hermosos de su vida y
una de las mayores gracias, que le había concedido
el Señor. El pensamiento de la vocación embargaba
continuamente su espíritu. Oponíasele un grave
obstáculo en la familia. Era intención del padre
establecer el mayorazgo, que correspondía a
Augusto como a primogénito; por lo cual, quería
que el hijo se ejercitase en el manejo de los
negocios y se acostumbrase a alternar más
asiduamente con la alta sociedad. Este pensaba en
otra cosa completamente opuesta, pero no se
atrevía todavía a hablar de ella. Mientras tanto,
habiendo caído enferma su segunda madre en otoño,
pidió oraciones a don Bosco para su curación, y
don Bosco le contestó:
Muy querido y benemérito Príncipe:
Tan pronto como recibí su preciosa carta,
inmediatamente organicé oraciones especiales,
mañana y tarde, ante el altar de María
Auxiliadora. Yo tendré cada mañana un memento
especial en la santa misa. Confiemos en la divina
bondad. Que la Santísima Virgen María le proteja,
querido Príncipe, conceda la salud y la santidad a
la augusta enferma, su madre, y obtenga a su
piadoso padre todas las gracias necesarias para su
eterna salvación.
Me encomiendo a la caridad de sus oraciones y
tengo el alto honor de poderme profesar, con la
más profunda gratitud en Jesucristo
Suyo, señor Príncipe,
Turín, 5 de octubre de 1884
Atento y seguro servidor,
JUAN BOSCO, Pbro.
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Recobró la Princesa la salud y él, por complacer
al padre que quería distraerle de los graves
pensamientos, en que le veía sumido, emprendió un
viaje a Londres; pero, cuando volvió a París, su
estado
(**Es17.355**))
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