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((**Es17.34**) ->>Qué veo? >>Posible? >>San Pedro y San Pablo aquí? Don Bosco repitió la pregunta que había hecho poco antes a los dos Apóstoles, que, a pesar de mostrarse amabilísimos continuaron hablando de otra cosa. De pronto, San Pedro le preguntó: ->>Y la vida de San Pedro? Y el otro: ->>Y la vida de San Pablo? -íEs cierto!, replicó don Bosco en actitud de humilde excusa. En efecto, había tenido en proyecto hacer imprimir aquellas dos vidas, pero después se había olvidado por completo de hacerlo. -Si no lo haces pronto, después no tendrás tiempo, le advirtió San Pablo. Entretanto, habiéndose San Pedro descubierto la cabeza, apareció calvo, con dos mechones de pelo sobre las sienes: tenía todo el aspecto de un anciano fuerte y simpático. Y habiéndose apartado un poco, se puso en actitud de orar. -íDéjalo que rece!, añadió San Pablo. Don Bosco replicó: -Querría saber delante de qué objeto se ha arrodillado. Fue, pues, junto a él y vio que estaba delante de una especie de altar, aunque no era tal, y preguntó a San Pablo: ->>Pero no hay candeleros? -No hacen falta donde está el eterno sol, le replicó el Apóstol. -Tampoco veo la mesa. -La víctima no se sacrifica, sino que vive eternamente. -Pero en suma, >>el altar no es el Calvario? Entonces San Pedro, con voz elevada y armoniosa, pero sin llegar a cantar hizo esta oración: -Gloria Dios Padre Creador, a Dios Hijo Redentor, gloria a Dios Espíritu Santo Santificador. A Dios solo sea el honor y la gloria por todos los siglos de los siglos. A ti sea alabanza, oh María. El cielo y la tierra te proclaman su Reina. María... María... María. Pronunciaba este nombre haciendo una pausa entre una y otra exclamación y con tal expresión de afecto y con tan creciente emoción, que sería imposible describir, de forma que todos lloraban de ternura. ((**It17.29**)) Cuando se hubo levantado San Pedro, fue a arrodillarse en el mismo lugar San Pablo, que con voz clara comenzó a rezar así: -íOh profundidad de los arcanos divinos! Gran Dios, tus secretos son inaccesibles a los mortales. Solamente en el cielo podrán penetrar la profundidad y la majestad, únicamente al alcance de los bienaventurados.(**Es17.34**))
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