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podía ir adelante porque necesitaba en seguida mil
francos; aquel mismo día una señora de Marsella,
que anhelaba volver a ver a un hermano suyo
religioso en París, satisfecha por haber obtenido
la gracia de la Virgen, llevó mil francos a don
Pablo Albera. Don José Ronchail se encuentra en
graves estrecheces y necesita absolutamente cuatro
mil francos; una señora escribe hoy mismo a don
Bosco y pone a su disposición cuatro mil francos.
Don Francisco Dalmazzo no sabe a qué santo acudir
para tener dinero; hoy una señora regala para la
iglesia del Sagrado Corazón una cantidad muy
considerable.
Y después, el día siete de diciembre, hubo la
gran fiesta de la consagración de Monseñor
Cagliero. Todos estos acontecimientos eran muy
alentadores, porque eran visibles señales de la
mano de Dios en la Obra de su Siervo.
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