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Entonces fue cuando lanzó el grito que despertó
a Viglietti.
Además de las violencias diabólicas, había otra
cosa que oprimía el espíritu del buen Padre: había
visto desplegada sobre aquel rebaño una gran
enseña que llevaba escritas estas palabras:
Bestiis comparati sunt. (Fueron comparados a las
bestias). Al contar esto, inclinó la cabeza y
lloró.
Viglietti le tomó la mano y estrechándosela
contra el corazón:
-íAh!, don Bosco, le dijo, nosotros con el
auxilio de Dios le seremos siempre fieles y nos
comportaremos como buenos hijos, >>no es cierto?
-Querido Viglietti, respondió el siervo de
Dios, sé bueno y prepárate a ver grandes
acontecimientos. Apenas si te he esbozado estos
sueños; pues si hubiese tenido que contar todos
los detalles tendría aún para mucho tiempo.
íCuántas cosas vi! Hay algunos en nuestras casas
que no llegarán a celebrar la Novena de Navidad 1
íOh!, si pudiese hablar a los jóvenes, si
dispusiese de fuerzas suficientes para poderme
entretener con ellos, si pudiese dar vueltas por
las casas como lo hacía en otro tiempo y revelar a
algunos el estado de su conciencia, como lo vi en
sueños, y decir a otros: Rompe el hielo, haz de
una vez una buena confesión. Los tales me
contestarían: Pero si me he confesado bien.
((**It17.389**)) En
cambio yo les podría replicar diciéndoles que han
callado y lo que han callado, de forma que no se
atreverían a negármelo. También algunos
Salesianos, si pudiese hacer llegar hasta ellos
una palabra mía, verían la necesidad que tienen de
ajustar las propias cuentas repitiendo sus
confesiones. Vi a los que observan las Reglas y a
los que no las observan. Vi a muchos jóvenes que
irán a San Benigno y se harán Salesianos y después
desertarán de nuestras filas. También nos
abandonarán algunos que al presente son
Salesianos. Habrá otros que desearán solamente la
ciencia que hincha, que les proporciona las
alabanzas de los hombres y que les hace despreciar
los consejos de aquéllos a los que consideran
menos que ellos en el saber.
Con estos desconsoladores pensamientos, se
entrelazaban providenciales consuelos que
alegraban su corazón. La tarde del día tres de
diciembre llegaba al Oratorio el Obispo de Pará,
es decir del país central en el sueño de las
misiones. Al día siguiente decía a Viglietti:
-íQué grande es la Providencia! Escucha y dime
después si no somos protegidos por Dios. Me
escribía don Pablo Albera que no
1 En el Oratorio el día dieciocho de diciembre
murió el aprendiz Antonio Garino y, el día
veinticinco, el aprendiz Esteban Pisano.
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