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un desahogo de la soberbia con el fin de alcanzar
las alabanzas de los hombres y no la salvación de
las almas.
Esta propuesta fue recibida con aplausos
generales. Entonces don Bosco entrevió el día en
el que los Salesianos podrían llegar a creer que
el bien de la Congregación y su honra tenía que
consistir en el saber y se sintió lleno de espanto
sólo al pensar que sus hijos llegasen a proceder
según esta idea, proclamando a voz en cuello que
éste debería ser el programa a seguir.
También en esta ocasión el Siervo de Dios
permanecía en un rincón de la sala escuchándolo y
observándolo todo; cuando uno de los demonios lo
descubrió y gritando lo señaló a los demás. Al oír
aquel grito, todos se arrojaron contra él
vociferando:
-íAcabemos de una vez!
Era una danza infernal de espectros que lo
empujaban, lo agarraban por los brazos y por la
persona, mientras el Siervo de Dios decía a
gritos:
-íDejadme! íAuxilio!
Finalmente se despertó, con los pulmones
deshechos de tanto gritar.
La noche siguiente se dio cuenta de que el
demonio había atacado a los Salesianos en la parte
más esencial, induciéndoles a las trasgresiones de
las Reglas. Entre ellos, se le presentaba delante
distintamente quién las observaba y quién las
quebrantaba.
En la noche última el sueño había sido
espantoso.
((**It17.388**)) Don
Bosco vio un gran rebaño de corderos y de ovejas
que representaban a otros tantos Salesianos. El
Siervo de Dios se acercó para acariciar a los
corderos, pero se dio cuenta de que su piel, en
vez de ser lana de cordero, era solamente una
especie de cobertura que escondía u ocultaba a
otros tantos tigres, leones, perros rabiosos,
cerdos, panteras, osos y que cada uno tenía a su
lado a un monstruo horrible y feroz. En medio del
rebaño, había algunos reunidos en consejo. Don
Bosco, sin ser visto, se acercó a éstos para oír
lo que decían; estaban concertando la manera de
destruir la Congregación Salesiana. Uno decía:
-íHay que desollar a los Salesianos!
Y otro guiñando siniestramente, añadía:
-íHay que estrangularlos!
Pero, cuando menos se esperaba, uno de ellos
vio al Siervo de Dios que estaba allí cerca
escuchando. Dio la voz de alarma y todos a una
comenzaron a gritar que había que comenzar por don
Bosco. Dicho esto se dirigieron hacia él como para
destrozarlo.
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