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manifestó pronto como un indigente y hambriento y
quedó muy contento al recibir de sus manos dos
panecillos, que comió ((**It17.383**)) allí
mismo con avidez. Besó después su mano, se arregló
de nuevo y salió.
-Estoy seguro, dijo don Bosco, que la gente de
la antesala, habrá pensado al verle pasar: >>quién
sabe la gran limosna que este señor habrá dejado a
don Bosco? Por el contrario, era uno de ésos que,
perdido todo lo que poseía, conservaba sólo las
apariencias de gran señor para tener acceso en los
palacios y obtener un empleo.
La moraleja era obvia. El Santo la manifestó en
estos términos:
-Mirad cómo engañan las apariencias. Por esto,
yo he dicho al que atiende las visitas en la
antesala que no haga distinción entre personas,
sino que se dé paso a todo el que venga. íCuántos
hubo, que parecían andrajosos y eran generosos
bienhechores!
Ricos en enseñanzas son dos sueños que tuvo el
Siervo de Dios en los meses de septiembre y
diciembre respectivamente. El primero, en la noche
del veintinueve al treinta de aquel mes. Es una
lección para los sacerdotes.
Le pareció dirigirse hacia Castelnuovo a través
de una llanura; junto a él iba un venerando
sacerdote, cuyo nombre dijo que no recordaba.
Comenzaron a hablar sobre los sacerdotes:
-íTrabajo, trabajo, trabajo! decían, éste debe
ser el objetivo y la gloria de los sacerdotes. No
cejar jamás en el trabajo. De esta manera ícuántas
almas se salvarían! íCuántas cosas se harían para
gloria de Dios! íOh, si el misionero cumpliese en
verdad con su papel de misionero, si el párroco
cumpliese con su misión de párroco, cuántos
prodigios de santidad resplandecerían por todas
partes! Pero, desgraciadamente, muchos tienen
miedo al trabajo y prefieren las propias
comodidades.
Razonando de esta manera entre sí, llegaron a
un lugar llamado Filippelli. Entonces, don Bosco
comenzó a lamentarse de la falta de sacerdotes.
-Es cierto, asintió el otro, los sacerdotes
escasean, pero si todos los sacerdotes cumpliesen
con su oficio de sacerdote, habría bastantes.
íCuántos sacerdotes hay que no hacen nada por el
ministerio! Algunos no son más que el sacerdote de
la familia; otros, por timidez, permanecen
ociosos; mientras que si, por el contrario, se
dedicasen al ministerio, si se examinasen de
confesión, llenarían un gran vacío en las filas de
la Iglesia... Dios proporciona las vocaciones
según las necesidades. Cuando se impuso el
servicio militar a los clérigos, todos estaban
asustados, como si ya nadie pudiese llegar a ser
sacerdote;
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