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((**Es17.323**) donde encontró que el postulante no había sido todavía novicio regularmente. -Dígasele, concluyó don Bosco, que puede gozar de todos los privilegios de los Salesianos, siendo cooperador. El día seis de septiembre expuso don Miguel Rúa, con respecto a los coadjutores, una idea, que ya había expresado anteriormente, pero en ausencia de don Bosco. Era del parecer de que hubiese dos clases de coadjutores; porque le parecía bochornoso que un abogado, un médico, un farmacéutico, un profesor estuviese junto a un <>. Don Bosco contestó: -No puedo admitir dos clases de coadjutores. Póngase atención para no recibir en la Congregación a ciertos individuos, que aun siendo buenos, son rudos y hasta de pocos alcances, capaces, si se les ofrece la ocasión, de ir tranquilamente a la taberna sin miramiento alguno. Si se recibe en casa a esta gente, no se la designe con el calificativo de coadjutor, sino con el de criado. No se admitan nunca en la Congregación, y mucho menos a la profesión de los votos. Don Miguel Rúa explicó su idea, preguntando si no se podía instituir para éstos una clase ((**It17.374**)) semejante a la de los terciarios, como la tienen los Franciscanos en sus conventos. -Por ahora no hace falta, contestó don Bosco. La caridad paternal de don Bosco brilla en un caso de admisión a las órdenes. Es preciso saber que, aquel año por vez primera, desde septiembre en adelante, había dejado de confesar a los ejercitantes porque no se sentía ya con fuerzas, y había confiado este ministerio a don Miguel Rúa, por cuyo motivo dijo el día doce de aquel mes: -En esta tanda de ejercicios me encuentro mucho más libre para tratar sobre las vocaciones, puesto que no he confesado. Así, puedo preguntar y valerme de las respuestas para dar las disposiciones que crea útiles a quienes vienen a pedirme consejo. Entonces anunció don Juan Cagliero que tres clérigos no habían sido admitidos a las órdenes por los capítulos locales. Oídos sus nombres, dijo don Bosco de uno de los tres: -El asegura que desea pertenecer al estado eclesiástico y que no tiene ninguna intención de dejar la Congregación. Dice que se siente desalentado, al verse considerado como un ser inútil en la casa y que, por eso, descuidando el coloquio personal o rendición de cuentas, ha perdido la confianza con el Director, y sólo va a él en los casos de necesidad. Empero, que se ha confesado regularmente cada diez días y recibido con frecuencia la comunión; y que no hay nada que merezca (**Es17.323**))
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