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parecidas. Socorrer a los Salesianos no es más que
ayudar a una de las muchas obras que se encuentran
en la Iglesia Católica. Verdad es que acudiremos a
ellos en nuestras situaciones de urgencia, pero
ellos son un instrumento en las manos del Obispo.
El único que hasta ahora ha entendido la cuestión
en su cabal sentido es el Obispo de Padua, el cual
dijo claramente que no hay que abrigar celos
contra los Cooperadores Salesianos, porque son
algo de la diócesis y que todos los párrocos con
sus feligreses deberían ser Cooperadores. Se han
añadido las Cooperadoras, porque así lo quiso Pío
IX.
El día treinta y uno de enero por la tarde, fue
don Bosco a San Benigno ((**It17.26**)) para
celebrar la fiesta de san Francisco de Sales con
los novicios. Las confesiones y las audiencias le
cansaron; juntáronse al cansancio las molestias
que lo atormentaban más de lo acostumbrado en las
últimas semanas, y resultó que, al marcharse,
parecía agotado del todo. Don Julio Barberis,
dolorosamente impresionado por ello, dijo en las
<> que parecía llegado el momento
de ofrendar algo grande y, aun extraordinario, al
Señor para obtener la prolongación de una vida tan
preciosa. Repitióse entonces lo que había sucedido
en 1872 cuando la enfermedad de Varazze: algunos
clérigos se declararon al momento dispuestos a
ofrecer la propia vida por don Bosco. Pero llamó
la atención de todos Luis Gamerro, un clérigo de
veinticuatro años, de gran talla, fuerte
complexión y tan pletórico de salud que, en dos
años, no había sufrido nunca la más mínima
molestia. Con una energía, que impresionó a
cuantos lo oyeron, dijo que pedía a Dios poder
morir él en lugar de don Bosco.
Se apreciaron tan pronto los efectos, que les
pareció a todos que su generoso sacrificio había
sido grato al Señor. Soñó la noche siguiente que
iba a morir. Por la mañana, sin mentar los sueños,
decía risueño a los compañeros:
-íMe toca a mí!
Poco después se señalaban los nuevos puestos en
el comedor y dijo, con un tono de voz que excluía
toda duda, al superior encargado de aquella
función:
-Es inútil que me dé el sitio; pues no lo
ocuparé.
En efecto, al día siguiente se encontró mal.
Creció el mal a ojos vistas y tanto que, al tercer
día, muy temprano se confesó y recibió el Viático.
Siguió un momento de mejoría y don Julio Barberis
quería halagarlo con la esperanza de la curación
para ir a las misiones, según sus ansias. Pero
Gamerro, después de escucharlo en silencio, dejó
que se fuera y dijo al enfermero:
-íNo, no! Yo moriré esta tarde.(**Es17.32**))
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