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El lema elegido, como depusieron en los
procesos los más antiguos alumnos del Oratorio, el
canónigo Ballesio y el cardenal Cagliero entre
ellos, ya se veía desde el principio, cuando ellos
eran muy pequeños, escrito con grandes caracteres
sobre la puerta del cuartito de don Bosco. No se
podía expresar mejor lo que había constituido el
supremo objetivo del Santo al actuar y al sufrir,
al escribir y al hablar; objetivo que debería
formar el programa esencial de la Sociedad por él
fundada. Basta leer su biografía para ver
claramente que su mayor preocupación fue siempre
el bien de las almas; lo mismo se podrá reconocer
también en este capítulo, en el que nos proponemos
engarzar las preciosas palabras, que profirió en
reuniones capitulares, en conversaciones
familiares o al narrar algunos de sus sueños.
Oigamos antes algunas de sus normas sobre las
vocaciones que hay que cuidar, examinar o
sostener.
En el Oratorio o en los colegios se encontraban
muchachos que daban buenas esperanzas, pero faltos
de medios económicos, de modo que tenían
dificultad para pagar la módica pensión y se
encontraban en apuros para proveerse de lo
necesario. Don Bosco dijo el día dieciocho de
julio en sesión capitular:
-Cuando hay un muchacho, que da esperanzas de
llegar a ser un buen salesiano, pueda o no pueda
pagar la pensión, no se repare en gastos. Provea
la casa. Estoy seguro de que el Señor vendrá en
nuestra ayuda con medios extraordinarios e
inesperados, si se hacen todos los esfuerzos por
tener vocaciones. No reparemos, pues, en gastos.
Sirva esto también de norma para los demás
colegios nuestros. Si un joven da esperanzas de
éxito y los padres no pueden ((**It17.367**)) pagar;
si presentan dificultades, si se quejan a los
Superiores de que pasan apuros y no pueden
proveerle de lo necesario, entonces en razón de la
buena conducta del muchacho condónesele fácilmente
una mensualidad, un trimestre; con tal de que haya
siempre la esperanza de una probable vocación.
Cada día van escaseando más las vocaciones. Con el
mismo celo impídase que sigan la carrera
eclesiástica los que no son llamados a ella y los
indignos. Procédase en esto con la máxima
prudencia. No se acepten nunca a prueba aquellos
que no dieron antes buen resultado.
Más de una vez tomó la palabra, cuando se
trataba de aceptar aspirantes para entrar en el
noviciado. Un clérigo de veinte años cumplidos,
procedente del seminario de Ivrea, a las pocas
semanas de estar en San Benigno, pedía ser
admitido entre los novicios. Don Bosco dijo:
-Como hace sólo un mes que está con nosotros, y
no hemos
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