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muy grandes. Ruégole ponga al Patriarcado de
Lisboa en la lista de los países protegidos por
María Auxiliadora, ítenemos mucha necesidad de
este socorro y de sus oraciones para obtenerlo!
íPor favor! Consagre usted mismo a María
Auxiliadora esta diócesis, pidiendo a Dios la
conversión y reforma de su clero>>. Un llamamiento
tan caluroso debió conmover el corazón de don
Bosco, que no veía la manera de responderle tan
pronto en el sentido por él también deseado.
((**It17.351**)) En la
vecina España habían madurado los acontecimientos
para una fundación destinada a un gran porvenir:
don Bosco había predicho el año 1880 que una rica
señora quedaría un día viuda e invitaría a los
Salesianos para ir a fundar una gran casa en
Barcelona y dar así principio a muchas otras
fundaciones 1. Pues bien, las dos primeras cosas,
esto es, la viudedad y la invitación, se
realizaron en 1882; la tercera, es decir la
fundación, tuvo lugar relativamente poco tiempo
después.
Vivía en Barcelona una señora, rica en
abundancia de bienes materiales, pero no menos
rica en caridad cristiana; doña Dorotea Chopitea
de Serra. Era hija de un acaudalado español
domiciliado en Santiago de Chile. Su padre,
después de la guerra de independencia, se vio
obligado por sus propios intereses a trasladarse
con toda la familia a España, y se estableció en
Barcelona. El año 1832 se casó Dorotea con don
Mariano Serra, regresado también de Chile. Después
de una larga convivencia, exactamente en el año de
sus bodas de oro, murió el marido. La viuda, que
era una mujer sensible a las necesidades del
prójimo, convencida de que, en los tiempos que
corrían, urgía sobre todo atender a la juventud
pobre, e impulsada, además, por la piadosa
intención de sufragar el alma de su difunto
esposo, determinó emplear con liberalidad sus
bienes para crear una obra que respondiese a su
intención. Tenía pensado para ello adquirir una
casa, poner al frente un digno sacerdote y buscar
buenos obreros, que enseñaran en ella un oficio a
los niños del pueblo más necesitados de
asistencia.
Pero no quiso obrar por su cuenta, sino que se
aconsejó con un miembro de su familia. Este le
hizo ver las dificultades que había para organizar
de aquella forma la noble empresa y,
especialmente, para que fuera duradera; añadió,
después, que había leído, pero no recordaba en qué
periódico, que un sacerdote italiano había fundado
con idéntico fin una Congregación religiosa. A
doña Dorotea le pareció ((**It17.352**)) que
tocaba el cielo con las manos. Rogó
encarecidamente a su
1 Véase Vol. XV, pág. 288.
(**Es17.304**))
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