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por su bondad con los Salesianos y sus muchachos e
invitó a todos los comensales a vitorear al Papa y
al Cardenal. Después, en tono jocoso, invitó a
todos a comer en su compañía el mes de junio de
1891, cuando celebrara las bodas de oro
sacerdotales. A aquella invitación tan anticipada
contestó Su Eminencia en nombre de todos que
aceptaban la invitación y harían lo posible para
estar presentes, pero exhortó, al mismo tiempo, a
don Bosco a que también él asistiese a la fiesta,
pues le tocaba hacer el papel principal. La nota
cómica de Gastini puso término al alegre convite.
Después de contar cómo había sido recogido por don
Bosco a los diez años, huérfano y abandonado, y
encaminado a una vida honrada en el mundo, hizo, a
su estilo y entre las risas de los comensales, un
pot-pourri de versos latinos, italianos y
piamonteses en alabanza del Cardenal.
El provicario, monseñor Gazzelli de Rossana,
hubiera debido actuar de arcediano en la
bendición, como lo había hecho en la misa solemne,
pero poco antes de revestirse fue a rogar a don
Bosco tuviera a bien substituirlo, porque Su
Eminencia deseaba verlo a su lado. Don Bosco,
aunque le costaba trabajo subir las ((**It17.24**)) gradas
del altar, condescendió al momento. Así todos
vieron la unión perfecta entre don Bosco y el
Prelado de la diócesis.
Avanzada la tarde, asistió el Arzobispo a la
representación teatral.
Se ponía en escena una comedieta en tres actos,
titulada Antonio y original del padre salesiano
Bongiovanni, cuyo argumento era el arrepentimiento
de un hijo holgazán. El tema y el desarrollo del
mismo eran como don Bosco quería que fueran
semejantes representaciones para los alumnos de
sus colegios, sin preocuparse de los gustos de los
espectadores extraños.
A la salida, el patio estaba convertido en un
mar de luz. A lo largo de la galería del primer
piso corría una inscripción con lucecitas, que
decía: Viva san Francisco de Sales. En la del piso
superior brillaba, formando tres líneas, esta
otra: Viva Su Eminencia el cardenal Cayetano
Alimonda, nuestro amadísimo Arzobispo. Al
despedirse dijo el Cardenal:
-Cada uno de los momentos de este día ha sido
para mí una alegría y un triunfo.
Para don Bosco, añadiremos nosotros, fue un
inefable consuelo 1.
La conferencia para los Cooperadores se
trasladó al día diecinueve de febrero. La dio don
Juan Cagliero en la iglesia de san Juan
Evangelista.
1 Véase Bollettino de febrero de 1884.(**Es17.30**))
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