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((**Es17.287**) las deudas que tenía el colegio con la comisión tridentina, no las de don Bosco por muebles, papel, libros, vestidos y otros artículos de esta clase. Pero la verdad era que con la comisión no había deudas, sino créditos; el Cardenal hablaba de aquel modo apoyándose en erróneas aserciones del canónigo Rebaudi. Y en casa de éste vivía el famoso seminarista preparándose para el presbiterado, que recibiría pronto, aun antes que sus compañeros de curso. El Cardenal había dado una buena prueba de su aprecio a don Bosco al apoyar su petición de los privilegios; pero entonces, como obispo de la diócesis, sufría la influencia de las camarillas del lugar, que jugaban con su buena fe. >>Acaso no le habían dado a entender incluso que el ayuntamiento era contrario a los Salesianos y favorable al hospicio? En cambio, el ayuntamiento tenía tanto interés por el colegio que habría hecho todo lo posible para evitar su clausura. No porque el alcalde tuviese simpatía por sacerdotes docentes, pues, al contrario, se habría deshecho de ellos de buen grado; pero, no sabiendo cómo encontrarlos entre los seglares y tan baratos, se contentaba con los Salesianos. Pero, mientras tanto y a causa de todos estos manejos, los alumnos habían bajado de noventa a cincuenta y tres y parecía que la intención del Cardenal era la de prescindir de los Salesianos tan pronto como fuese posible. Más aun, quería tomar medidas todavía más radicales, no sólo cerrando el colegio, sino reduciendo el seminario a unos veinte seminaristas que consideraba suficientes para las necesidades de su diócesis. Se informó de todo aquel litigio al Cardenal Protector quien, después de examinar los documentos, juzgó que la razón estaba de parte de los Salesianos. Don Bosco, sin perderse en el laberinto de la controversia, no se apartaba de su punto de vista, el más concreto y el menos engorroso. Dijo así: -Demos de lado toda otra afirmación y hagamos hincapié en este punto; ((**It17.332**)) si no nos pagan las deudas, no podemos continuar. Y esto basta; si se quiere que continuemos, fíjennos una subvención. Sin embargo, se determinó seguir en buena amistad hasta el término del curso, escribiendo al Cardenal que se aceptaban sus generosas propuestas de liquidar las deudas, que se deseaba saber en qué época del año se haría el pago y, en todo caso, que no fuera más tarde del mes de mayo. Cuando el Cardenal recibió esta comunicación, contestó negando el déficit que se afirmaba existir, rehusando admitir que el hospicio (**Es17.287**))
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