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su protección y apoyo económico al colegio de
medio pensionistas abierto con daño del nuestro.
Entonces el canónigo Rebaudi, que lo dirigía,
recomendó con una carta habilísima a la caridad de
don Bosco los alumnos recogidos por él, ((**It17.330**))
intentando por este camino salvar su propia
institución e influencia en la ciudad. Don Bosco
hizo que se le respondiera con toda claridad y
sencillez: 1.° que los Salesianos estaban
dispuestos a dejar no sólo el internado, sino
también el seminario, que habían tenido hasta la
fecha únicamente por voluntad y expreso mandato
del Padre Santo y del Cardenal; 2.° que los
sacrificios hechos por los Salesianos en aquel
colegio demostraban su buena voluntad con la
población; 3.° que, para la instrucción de los
muchachos pobres de la ciudad, ya tenían los
Salesianos las escuelas de los externos; 4.° que,
por lo que se refería a los internos pobres, unos
serían socorridos por el Santo Padre, otros por el
cardenal Martinelli y los restantes por el mismo
don Bosco, si tenían buena conducta.
Esta contestación fue completamente
desatendida, con la circunstancia agravante de que
las promesas del Obispo se convirtieron en letra
muerta. En efecto, él permitió igualmente y
favoreció al hospicio Rebaudi, obligó a los
jóvenes por quienes pagaba él la pensión a salir
del internado episcopal y entrar en aquel
hospicio; y se decía, además, que había entregado
a Rebaudi cinco mil liras destinadas por el Papa
al seminario; por fin, insistía en la readmisión
incondicionada del seminarista expulsado. Ante
estos hechos, dijo don Bosco:
-Convendría escribir al Cardenal que, siéndonos
imposible continuar en este plan, nosotros nos
retiramos del seminario en cuanto empiece el año
escolar, dejando que otros atiendan a la
enseñanza. Evidentemente es ésta una determinación
que debe ponderarse con madurez. Con el Cardenal
es preciso insistir en este punto: nosotros
tenemos tantas deudas que ya no nos permiten
seguir adelante. Son ya veinte mil las liras que
debe pagar la casa de Magliano, sin contar los
honorarios del personal, que también deberían
figurar en la lista. íParece imposible que todos
busquen la manera de roer poquito a poco a estas
pobres Congregaciones religiosas!
Pero antes de actuar, pareció oportuno adquirir
ulteriores informes.
Y estos llegaron por medio de don Francisco
Dalmazzo y don José Daghero. El Cardenal se
profesaba amigo de don Bosco y dispuesto a
((**It17.331**)) pagar
las deudas y deseoso, además, de atenerse al
contrato estipulado. Pero, en el punto más
importante, a saber, la promesa de pagar las
deudas, se escondía un equívoco, pues él entendía
referirse a
(**Es17.286**))
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