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DON JUAN BONETTI: -No veo la posibilidad de
éxito en esta presa. Parece que es más urgente la
necesidad de que nos dediquemos cada vez más a los
niños destinados a vivir en la sociedad para
reformar la sociedad misma.
DON ANTONIO SALA: -Una gran parte del personal
sería el que está en aquellas casas y esos
coadjutores, vestidos de clérigos, podríamos
unirlos a nosotros como terciarios.
DON CELESTINO DURANDO: -Estoy seguro de que una
parte de estos coadjutores no querrán agregarse a
nosotros y más tarde o más temprano se marcharán.
Y, si después de enviar a Nápoles algunos de los
nuestros, aquellos viejos coadjutores los dejasen
plantados, >>cómo nos las compondríamos para
llevar adelante cuatro casas? >>Retirarnos con
deshonra? >>Hacer una de las cuatro? Esto sería
cargar sobre nosotros una vergonzosa odiosidad.
DON BOSCO: -Déjense las gestiones para después
de Pascua. Mientras tanto, averíguese si los
coadjutores del reverendo Apicella acceden a la
fusión y a vivir con nosotros y quiénes y cuántos
son de sentir contrario.
DON JUAN CAGLIERO: -Hay que pensar bien la
cuestión. Son cuatro casas:
algunos de esos coadjutores ciertamente se irán
porque no querrán sujetarse, y otros seguramente
serán despedidos por nosotros, según nos lo enseña
la experiencia.
DON JUAN BONETTI: -Si se quiere abarcar la
nueva institución de los sordomudos, fúndese
antes una pequeña casa con dos o tres niños y así
podremos, con el tiempo, formar un personal
docente capaz, experto, ejercitado. Pero no se
asuma en seguida, sin más, una empresa de tal
envergadura. Averígüese, además, por qué Apicella
insiste tanto en la fusión. A lo mejor tiene
deudas con las que no puede seguir adelante y
busca que los Salesianos le saquen las castañas
del fuego...
DON CELESTINO DURANDO: -Apicella no tiene
deudas, sino que cuenta ya con sesenta y cinco
años de edad y teme que, después de su muerte, se
venga abajo su institución.
DON JUAN BONETTI: -En este caso, no hay que
darle esperanzas de apoyo, porque, de lo
contrario, con esta ilusión no buscará otros
medios para sostener su obra y ésta vendrá a menos
por culpa nuestra. Si queremos dedicarnos también
a los sordomudos, adaptemos la nueva institución a
nuestra raíz.
DON BOSCO: -Propongo se conteste a Apicella en
estos términos: al presente, no se podría aceptar
el ofrecimiento por falta de personal; se
estudiará a lo largo del año qué procede hacer;
mientras tanto, piense también Apicella de qué
otra manera puede asegurar la supervivencia de su
instituto; si es de parecer que debe confiar sus
hospicios a la Congregación ((**It17.326**))
salesiana, ésta no tendría dificultad en aceptar
lo que dejara después de su muerte.
DON MIGUEL RUA: -Me parece que conviene ir
despacio al hacer estas insinuaciones. El
sacerdote que ha fundado aquel Oratorio en
Belluno, ya ha hecho testamento en nuestro favor.
Podría llegarle el fin de su vida de un momento a
otro y entonces >>cómo quedaríamos nosotros, si no
pudiésemos aceptar la herencia?
DON ANTONIO SALA: -El reverendo Rossi ha hecho
ya su testamento dejando su magnífico Oratorio de
Schio a don Bosco. Por lo que se refiere a
Apicella, yo creo que quiere unirse a nosotros
para tener nuestro apoyo moral, de suerte que sus
bienhechores, al ver asegurada la existencia de la
Obra, se animen a mayores donativos.
DON BOSCO: -Añádanse al menos a la respuesta
las palabras por ahora no podemos aceptar.
EL CAPITULO aprueba esta respuesta.
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