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día mayores. Mil gracias sean dadas al Señor que
se dignó suscitar aquí, bajo el manto virginal de
su Madre, un nutrido grupo de obreros instruidos y
celosos, que, seglares unos y otros sacerdotes,
acudirán a su hora en ayuda de la Iglesia y
mantendrán en las almas el respeto, el
conocimiento, el amor y la práctica de nuestra
santa religión.
Calurosos aplausos respondieron a sus palabras;
después, todos acompañaron hasta la salida a los
dos venerandos Pastores.
El día veinticuatro por la mañana, llegó
monseñor Soubiranne, obispo de Belley. Celebró la
misa en el altar de María Auxiliadora, subió a la
habitación de don Bosco, que era la razón de su
visita y que, por encontrarse algo indispuesto,
hacía unos días que celebraba la misa, más tarde
de lo acostumbrado, en la capillita contigua a su
habitación. Monseñor mantuvo con él una larga
conversación. Hubiera deseado después visitar los
talleres; mas, como era domingo, éstos ofrecían el
aspecto de cuerpos sin alma. Pero no renunció a
ver la tipografía, en la que admiró la amplitud de
los locales, las medidas de precaución para evitar
desgracias 1, las instalaciones higiénicas y toda
la maquinaria. Al despedirse, manifestó también
sus deseos de volver cuando pudiese para
contemplar a los aprendices trabajando 2.
En el volumen anterior, ya hemos narrado la
primera visita del nuevo Arzobispo de Turín al
Oratorio, el día quince de enero de aquel año.
En este mismo mes de febrero, tuvo la
distinguida bondad de hacer la segunda y pasar
todo el día con don Bosco y con los Salesianos.
Unos días antes, el veinticuatro de enero, había
estado en Valsálice, donde se anticipaba la fiesta
de san Francisco de Sales. Durante el mes de enero
solíase, en aquel colegio de nobles, premiar y
honrar con una velada al alumno que, al acabar el
bachillerato superior, más se hubiera distinguido
por su aplicación y conducta; ((**It17.22**)) se le
fotografiaba y se exponía su retrato en el aula
principal del colegio. Aquel año había merecido
tal honor el joven Bonifacio Di Donato, hijo de
una distinguida familia de Fossano. Entre las
personas que intervinieron, estuvo con el cardenal
Alimonda monseñor Manacorda, obispo del premiado.
El mal estado de salud impidió tomar parte a don
Bosco. El premiado se vio ensalzado en verso, en
prosa y con cantos
1 No existían entonces leyes especiales para la
protección de los jóvenes obreros: pero don Bosco
quiso que las correas de las poleas para la
transmisión del movimiento a las maquinas, giraran
debajo del piso y que hubiese alambreras
defensivas alrededor de las poleas superiores, en
cada una de las maquinas.
2 Véase Bull. Salés. enero y febrero de
1884.(**Es17.28**))
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