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no hizo caso de la nota del Gobernador, de suerte
que éste juzgó prudente avenirse a un arreglo
conciliatorio 1.
Volvió la bonanza, pero no la seguridad. La
cuestión religiosa se agravaba en la capital;
además, el general Roca, Presidente de la
República, cesaba en su cargo en octubre de 1886 y
ya se advertían los amagos de encarnizadas
campañas políticas para la sucesión. Aquel era el
mal momento en que llegaba a Buenos Aires el nuevo
Vicario Apostólico. Ya en diciembre de 1884 había
escrito al Secretario de Propaganda: <((**It17.312**)) contra
la Iglesia y su Representante, >>no será un
obstáculo para nosotros? Esperamos que no sea así;
por otra parte, la divina Providencia velará, como
en el pasado, por el porvenir de nuestras
misiones>>.
Más tarde, el día treinta y uno de enero,
escribía don Luis Lasagna a don Bosco desde Villa
Colón, manifestando también sus temores para el
Uruguay. <>. El
conflicto se ampliaba, pues, más allá de las
fronteras argentinas.
La eventualidad de un impedimento para que
monseñor Cagliero se estableciera en Argentina,
asomaba en el horizonte; tanto que habíase tratado
de ello en Turín con ocasión de pasar por allí el
Vicario General de Concepción (Chile). Este
Prelado, cuyo Obispo estaba desterrado por
desafueros del Gobierno, paró el mes de enero en
Turín y concertó con los Superiores la preparación
de una casa en su ciudad para el Vicario
Apostólico, si se le impedía el acceso al lugar
donde le había destinado la voluntad del Santo
Padre.
La primera cuestión se había agravado con otra.
Había hecho alusión a ello el Arzobispo de Buenos
Aires el día dos de enero al responder a ciertas
comunicaciones que, a este propósito, le había
hecho don Bosco; era la carta que el Santo había
incluido en la suya del día diez de febrero
dirigida a monseñor Cagliero 2. <(**Es17.271**))
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