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detuvo en Turín expresamente para verlo. Llegó,
después del mediodía del día primero de enero,
mientras los muchachos estaban en el santuario
cantando vísperas y escuchando la plática. Don
Bosco le recibió respetuosa y cordialmente y le
invitó a entrar en la iglesia para asistir a la
función del primer día del año. La ceremonia fue
bastante larga por el acompañamiento ((**It17.20**)) de la
música; sin embargo, el Cardenal estuvo hasta
después de la bendición, admirando el
comportamiento de los muchachos, por lo que
felicitó al Siervo de Dios.
-Se dice, observó, que don Bosco hace milagros,
pero yo podré referir al Padre Santo que he visto
con mis propios ojos uno grande; a tantos
muchachos asistiendo recogidos y silenciosos a una
función muy larga para su edad.
Hubiera deseado ver los talleres; pero, como no
era día de trabajo en el Oratorio, prometió que
volvería otra vez para completar la visita. Se
detuvo después un rato con los muchachos y con los
superiores que le habían rodeado enseguida. Cuando
hizo ademán de querer marchar, se arrodillaron
todos y él los bendijo 1.
En el mes de febrero, llegaron tres Obispos
franceses para ver a don Bosco. El día diez por la
tarde se presentaron juntos monseñor Fava y
monseñor Bonnet, obispos de Grenoble y de Viviers,
respectivamente. Era domingo y toda la comunidad
se encontraba en la iglesia. El Siervo de Dios
recibió amablemente a los Prelados, que se
entretuvieron largo tiempo con él y manifestaron
después el deseo de ver a los muchachos. Como
faltaban pocos minutos para la bendición, la
impartió pontificalmente monseñor Fava, mientras
su compañero asistía en el presbiterio. A la
salida del templo fueron recibidos a los sones de
la banda entre grandes aplausos. Habló monseñor
Fava. Dio las gracias, felicitó a los músicos y
siguió diciendo:
-Hace algunos años, dirigía yo también una
banda de música de muchachos ya creciditos; pero
el color de su piel no era el vuestro. Eran pobres
habitantes de Zanzíbar. Mi corazón de misionero se
regocija hoy al pensar que muchos de vosotros,
siguiendo las huellas de los que os han precedido,
irán un día a tierras de salvajes o de cristianos
abandonados para llevarles la dulce y benéfica luz
del Evangelio. Mas, por desgracia, >>acaso no se
han vuelto nuestros países católicos, digámoslo
así, tierras de misión? La ignorancia religiosa y
el indiferentismo, incluso el odio contra la
religión alimentado por la ignorancia y fomentado
por impías instigaciones, hacen ((**It17.21**))
progresos cada
1 El cardenal Caverot es uno de aquéllos cuya
semblanza trazó don Bosco en Il piú bel fiore del
Collegio Apostolico (Ap. Doc. núm. 2).(**Es17.27**))
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