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((**Es17.266**) El día primero de febrero por la mañana Monseñor ordenó en la iglesia de María Auxiliadora a ocho sacerdotes, dos diáconos, cuatro subdiáconos y confirió las órdenes menores a diez clérigos; algunos de estos recién ordenados iban a partir con él. En la ceremonia vespertina del adiós, él mismo pronunció el discurso; vino después el Cardenal a bendecir a los que iban a emprender el viaje. Don Bosco tuvo que obedecer la prescripción de los médicos de no salir en absoluto de su habitación. Sólo al día siguiente, se comprendió cuál fue el motivo del malestar que le inquietaba. Monseñor, después de despedir a sus compañeros de viaje en la misma tarde ((**It17.306**)) del día primero de febrero, se quedó todavía en el Oratorio, porque se encontraba demasiado cansado y contaba con alcanzar a los otros en Sampierdarena al día siguiente. Esta breve demora le proporcionó la satisfacción de un último afectuoso coloquio con don Bosco. Aquella tarde, pues, hacia las siete, fue a verle y sin decir palabra se sentó a su lado. También don Bosco callaba. íCuántos recuerdos debieron acudir a la mente de ambos en aquellos momentos solemnes! Por fin, preguntó don Bosco: ->>Han salido tus compañeros? -Sí, señor; han salido. -Me parecían muy preocupados por mi salud. Tan pronto como los veas, diles que no tengan pena. Yo no estoy malo. Era sólo la emoción lo que me hacía aparecer como tal. íPobrecitos! Se veía que les daba pena mi estado. -Esté usted seguro, les diré lo que sea necesario para liberarlos de todo siniestro presentimiento. ->>Y tú cuándo vas a salir? -Mañana tengo que estar en Sampierdarena. ->>En qué tren irás? -No hablemos de la hora. Ya lo pensaremos. -Si pudieses salir algo tarde y descansar con tranquilidad... -Don Bosco, no piense en esto. Me encuentro bien; déjelo de mi cuenta. Esta tarde nos veremos otra vez y combinaremos todo. Después empezaron a hablar de las misiones hasta la hora de la cena. Monseñor se retiró, y don Bosco, que no aguantaba más, tuvo que acostarse. A las nueve y media, volvió Monseñor a verle y haciéndose violencia para aparentar su acostumbrada desenvoltura, se acerco a la cama. ->>Qué quieres, mi querido Monseñor?, dijo don Bosco algo vacilante. (**Es17.266**))
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