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consagrado se separó del cortejo, y se volvió
hacia donde sabía que estaba su madre. La amable
viejecita, sostenida por uno de sus hijos y por un
nieto, salió a su encuentro e intentó
arrodillarse; pero el hijo se anticipó, apretó
contra su pecho la venerable cabeza y, en medio de
la emoción de los presentes, la volvió
delicadamente al asiento. Poco tiempo tenía que
sobrevivir a tanto gozo la afortunada mujer, pues
el día de Navidad cesó de latir su cansado
corazón.
Con dificultad siguió entre el gentío hacia la
segunda sacristía y vio entonces a don Bosco que,
con la cabeza descubierta, se acercaba y se
arrodillaba para besarle el anillo. Monseñor, que
ocultaba ((**It17.294**)) la
mano entre los pliegues de los ornamentos se lanzó
a sus brazos. íFue una escena dulcísima,
embellecida por las lágrimas! El Santo pudo
después estampar su beso en aquel anillo, que el
Obispo no había permitido besar antes a ninguno. A
partir de entonces, don Bosco guardó siembre con
monseñor Cagliero los mismos miramientos que tenía
con los demás Obispos, besándole el anillo y
dándole las preferencias debidas al carácter
episcopal.
En el banquete dado aquel día en su honor,
tomaron parte muchos. Nos parece digno recordar
entre los brindis el del padre barnabita Denza,
insigne físico y astrónomo, que sacó de su ciencia
una imagen genial.
-Parecíame, dijo, que me encontraba durante el
banquete observando el cielo en mi terraza y
contemplando una de las más hermosas
constelaciones, la del Tauro 1, y, cerca de ésta,
las Pléyades, y debajo, Argos. Pues bien, veía
delante la estrella principal del Tauro en la
persona del Eminentísimo Arzobispo de Turín; las
cuatro estrellas, que le hacen corona, en los
cuatro Excelentísimos Obispos aquí presentes; la
estrella, que apenas se ve a simple vista por la
gran distancia, pero que, en realidad, es
grandísima, simboliza a don Bosco. Las Pléyades me
representan los colegios de don Bosco, el número
infinito de los alumnos y Cooperadores salesianos;
y como acá y allá brillan entre las nebulosas
algunas fúlgidas estrellas, descubro en ellas a
los egregios Directores de los colegios llegados
aquí para la fiesta. Por último, la constelación
de Argos, llamada así por la mítica expedición de
los argonautas, está representada por monseñor
Cagliero, que, conquistador como Jasón y, al mismo
tiempo, músico como Orfeo, se lanza intrépido con
los suyos a una conquista, de la que un vellocino
de oro no puede ser más que un pálido símbolo de
la realidad.
1 Alusión a la ciudad de Turín.
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