((**Es17.253**)((**It17.290**)) Don
Bosco lo llevó a Valdocco, le hizo cursar el
bachillerato y le impuso la sotana, enviándolo más
tarde al seminario arzobispal para hacer los
estudios filosóficos y teológicos. Era un joven
lleno de vida y dirigía la sacristía, la música,
la gimnasia y la catequesis. Todavía clérigo, fue
elegido por los socios de la naciente Congregación
para formar parte del Capítulo Superior. Se ordenó
de sacerdote el año 1862, mas no se dejó halagar
por ciertas proposiciones de empleos lucrativos,
sino que determinó quedarse para siempre con don
Bosco. Hizo un curso de moral casuística bajo la
dirección de su paisano don Juan Bautista
Bertagna, se doctoró en Teología por la Regia
Universidad de Turín y enseñó moral y hermenéutica
en el Oratorio, al tiempo que atendía con celo al
ministerio de la palabra de Dios y de las
confesiones y se ocupaba sin descanso de la
música, como ejecutante y compositor. En 1875 lo
vimos al frente de la primera expedición de
Salesianos a Argentina, donde en dos años de
permanencia fundó cinco casas y preparó el terreno
para la Misión patagónica. Recibió la orden de
volver a Turín, dirigió el Instituto de las Hijas
de María Auxiliadora y en calidad de visitador de
la Congregación, recorrió toda Italia y, en nombre
de don Bosco fundó diversas casas; para cuyo fin
estuvo también dos veces en Francia, tres en
España y una en Portugal. Era, pues, lo que ahora
se dice, en el buen sentido de la palabra, un
hombre experimentado.
Ya elegido Obispo, picábale una curiosidad.
Unos treinta años antes, en 1855, estaban seis
clérigos alrededor de don Bosco sentado a la mesa
y, bromeando, conversaban con él sobre su
porvenir. Don Bosco dijo:
-Uno de vosotros será Obispo.
Los clérigos eran Juan Anfossi, Juan Cagliero,
Juan B.ta Francesia, Félix Reviglio, Miguel Rúa y
Juan Turchi; todos ellos tomaron la cosa a broma,
pues su humilde condición social y la modesta
posición de don Bosco y del Oratorio parecían
excluir toda verosimilitud de que les pudiese
tocar tan alto honor. Además, en aquel tiempo,
ninguno pensaba en las Misiones extranjeras. Pero
una palabra de don Bosco no se olvidaba
fácilmente; por eso, Cagliero se desvivía por
saber qué se escondía bajo ((**It17.291**)) aquel
lejano vaticinio, que acababa de cumplirse en su
persona. Preguntó, pues, al Santo por ello, y éste
le contestó que se lo diría la víspera de su
consagración. Aquella tarde le reveló el misterio
en su habitación.
El hecho se remontaba al 1854, cuando el joven
Cagliero asistiendo a los atacados por el cólera,
había contraído una infección tifoidea.Su estado
no dejaba ya un hilo de esperanza. Don Bosco fue a
verle
(**Es17.253**))
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