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que la Pía Sociedad Salesiana tenía una existencia
precaria y que, a la muerte de don Bosco, se
desharía. Pero el Eminentísimo Nina decía y
repetía que, de grado o por fuerza, había dos
razones para hacer llegar a la conclusión de lo
contrario, a saber, el extenderse maravilloso de
los Salesianos y el bien incontestable que hacían;
un poquito más tarde, pudo añadir todavía una
tercera razón, es decir, el caso, único en la
historia de las Ordenes religiosas, de que,
viviendo el fundador, hubiese un acuerdo tan
completo en la elección del sucesor.
Vencidos fácilmente los obstáculos, la
respuesta de Roma no podía ser más rápida ni más
satisfactoria, tal y como se apresuraron a
comunicar al cardenal Alimonda el cardenal Nina 1
y monseñor Jacobini, secretario de Propaganda.
Este último le escribió el día nueve de octubre:
<((**It17.288**)) con el
cardenal prefecto. Mientras tanto, ruégole avise
al querido don Bosco, el cual se alegrará
muchísimo. Le pido, si no es atrevimiento,
felicite a don Bosco de mi parte por el nuevo
honor que obtiene el Oratorio>>.
Después de esta comunicación oficiosa, llegó la
oficial de parte del cardenal Simeoni al cardenal
Alimonda y a don Juan Cagliero. Decía al primero
que el Santo Padre se había dignado consentir, en
atención a la petición hecha por Su Eminencia y a
los méritos de don Bosco; y notificaba al segundo
que la finalidad de la elevación era para que la
mayor potestad y dignidad hiciese su obra más
eficaz y provechosa para la Misión. Don Juan
Cagliero cumplió su deber dando las gracias a
monseñor Jacobini, a los cardenales Simeoni y Nina
y al Padre Santo 2.
El Papa, con Breve del treinta de octubre,
comunicado por el cardenal Prefecto de Propaganda,
nombró a don Juan Cagliero Obispo titular de
Mágida 3, publicando después el nombramiento en el
Consistorio del trece de noviembre, en cuyo día
anunció don Bosco oficialmente al Capítulo
Superior la elección recientemente efectuada y los
cambios que ella comportaba. La partida de
monseñor Cagliero para América dejaba vacante el
puesto de Catequista de la Congregación; pero don
Bosco no quiso exonerarlo del cargo hasta el
Capítulo General de 1886. Para el despacho de los
asuntos fue su deseo, en un
1 Ap. Doc. núm. 32.
2 Ap. Doc. núm. 33 A-B-C-D.
3 Ap. Doc. núm. 34.
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