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con nosotros, y nos ayuden a perseverar en el
divino servicio hasta los últimos instantes de la
vida. Así sea.
Turín, 6 de enero de 1884
Afectísimo en J. C.,
JUAN BOSCO, Pbro.
Mutatis mutandis, envió también la misma
circular a las Hijas de María Auxiliadora.
Ya no hablaba a los alumnos del Oratorio
después del rezo de oraciones de la noche, pero
los superiores les hablaban continuamente de él;
seguía, en cambio, prodigándose en el tribunal de
la penitencia, que ya no abandonó después de su
regreso de París. En el mes de enero, dijo
categóricamente al alumno Vivaldi, de Roccaforte,
antes de dejarle comenzar la acusación:
-Procura hacer una buena confesión, porque es
la última vez que te confiesas conmigo.
El muchacho se devanó los sesos pensando en
aquellas palabras, ((**It17.18**)) por si
debía morir pronto o si iba a ser expulsado de la
casa. Pero ninguna de las dos hipótesis respondía
a la verdad. El caso es que, a partir de aquel
día, el muchacho no pudo confesarse ni siquiera
una vez más con el Santo, por no encontrarse éste
en el confesonario o por hallarse el joven en
otras casas.
Un amigo de muy atrás era monseñor De Gaudenzi,
obispo de Vigévano. Cuando era canónigo párroco de
la catedral de Vercelli, le socorría en sus
múltiples necesidades, le trataba habitualmente
con la mayor familiaridad y, cuando llegó a
Obispo, siguió queriéndole, ayudándole de buen
grado con el peso de su autoridad y estimándole
siempre mucho. Quien trataba con don Bosco, cuanto
más íntimamente lo conocía, tanto más sentía
crecer en él el buen concepto por su persona. Por
eso, al contestar ahora a sus felicitaciones de
año nuevo, le escribía cordialmente Monseñor 1:
<>. Al mismo
tiempo le enviaba una limosna para las misiones.
Bienhechores y bienhechoras no dejaban pasar la
fecha del año nuevo sin acordarse de él y enviarle
su aguinaldo. Han llegado hasta
1 Vigévano, 9 de enero de 1884.(**Es17.25**))
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