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Bosco se retirase del todo y descansase; pero si
yo me mantengo todavía en mi puesto ante el mundo,
si no me equivoco, todavía podré hacer algún bien
a la Congregación. Si continúo como Rector Mayor,
aunque sólo sea de nombre, esto basta ante
Francia, España, Polonia, etcétera. Solamente mi
pobre existencia sirve para atraer la
beneficencia. Pero necesito que haya uno a quien
yo pueda confiar la Congregación y cargarla del
todo sobre sus hombros, dejándole a él toda la
responsabilidad. En este sentido, he hecho
escribir al Sumo Pontífice, remitiéndome, empero,
plenamente a sus decisiones. Hubiera escrito yo
mismo, pero no logré acabar, sino después de
varias peripecias y, por último, me di cuenta de
que había terminado de escribir en otro papel, que
estaba debajo de la carta. Mi pobre cabeza ya no
aguantaba. Ya se ha enviado la carta. En cuanto
llegue el rescripto pontificio, es preciso que
cuidemos de poner al frente de la Congregación a
uno que asuma la regencia con su plena
responsabilidad.
Don Juan Cagliero observó que, si el elegido
fuese don Miguel Rúa, sería necesario que dejase
el cargo de Prefecto y se buscase otro para aquel
cargo.
Don Bosco siguió diciendo:
-Ahora hacemos todos lo que podemos; yo no
tengo queja de ninguno; todos tienen buena
voluntad, pero, hasta ahora, no había
responsabilidad individual. ((**It17.277**)) La
única preocupación era juntar todas las fuerzas,
para que uno no paralizase al otro. Tan pronto
como tenga la contestación del Padre Santo, os la
comunicaré.
Al llegar a este punto, pidió a don Miguel Rúa
que leyera la carta que el Padre Santo había hecho
escribir a monseñor Jacobini con este fin. En
ella, como hemos visto, se le proponía una de
estas dos opciones: designar aquél, a quien don
Bosco juzgase idóneo para sucederle, o bien,
indicar a quien pudiese tomar en seguida el título
de Vicario con derecho a sucesión. Don Bosco,
pues, siguió diciendo.
-Yo he propuesto al Padre Santo un Vicario
general con derecho a sucesión, pero dejando todo
en manos de su Santidad. Yo entregaré todos los
poderes a este Vicario, pero con la intención de
que sea completamente responsable, porque repito
que esta responsabilidad no existía hasta ahora.
Este Vicario tome para sí a otro Prefecto. Yo
entonces me retiraré, veré, hablaré con mi Vicario
y él hablará y mandará a otros hermanos ex
officio.
No sabemos a quién encargó escribir la carta
para el Padre Santo;
ciertamente no fue a don Joaquín Berto, el cual
habría conservado el borrador original. Tal vez
destruyó este borrador y, no queriendo que la
noticia saliera todavía fuera del ámbito del
Capítulo Superior, encargó
(**Es17.242**))
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