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al margen, le ofrezco, Reverendísimo Señor,
palabras de merecida alabanza y sincera gratitud,
por su nuevo acto de filantropía y le ruego
permita que aproveche la ocasión para manifestarle
los sentimientos de mi total estima y gratitud.
Turín, 25 de septiembre de 1884
El
Alcalde,
DI SAMBUY
El mismo Alcalde tuvo que dirigirse a don Bosco
para otro asunto. La condesa Sanseverino Vimercati
y la princesa Stróngoli habían pedido, desde
Nápoles, al Alcalde de Turín que se dignase
colocar en un colegio de su ciudad a algunos
huerfanitos napolitanos, cuyos padres habían sido
víctimas del cólera, y, habiendo recibido
respuesta afirmativa, se apresuraron a enviar a
los dos primeros, que fueron confiados al
Oratorio. Pero, cuando volvió la normalidad a
Nápoles, unos parientes de los dos niños
reclamaron su regreso a la ciudad; por lo que
aquellas nobles señoras determinaron no enviar
ninguno más a Turín. Comunicaron la cuestión al
Alcalde y éste, lamentándose de que no se hubiesen
investigado antes las intenciones ((**It17.237**)) de los
parientes, se disculpó muy cortésmente con don
Bosco 1.
La caridad de don Bosco hubiera querido abrazar
a todo el mundo. Avanzado el otoño, llegaron
noticias de la India de que el cólera hacía
estragos por aquellos países y que, en todas
partes, se abandonaba a los míseros huerfanitos.
Cuando él lo oyó, su primer impulso fue decir a
don Juan Bautista Lemoyne:
-Escribe en seguida a aquellos Obispos,
diciéndoles que don Bosco está dispuesto a recibir
y mantener a los jovencitos que le envíen.
La caridad no conoce diversidad de razas, ni
distancia de lugares.
Cuando se volvieron a abrir las escuelas, hubo
en el Oratorio una sola novedad. Por lo regular,
los alumnos que pedían ingresar para comenzar el
bachillerato, entraban en agosto y empezaban un
curso preparatorio; pero, aquel verano, aconsejaba
la prudencia que no comenzaran tan pronto. Se
prorrogó, pues, su entrada hasta mediados de
octubre y, después de una prueba de quince días,
hicieron el examen correspondiente al cuarto grado
elemental, último entonces de la enseñanza
primaria, sin excluir a los que presentaban el
certificado de haberlo aprobado. Los que no
salieron airosos fueron devueltos a quienes los
habían enviado para que siguiesen en otra parte el
curso elemental.
El gran problema a resolver era siempre el de
encontrar los recursos
1 Véase Ap. Doc. núm. 27.
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