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((**Es17.177**) indiferentes por sí mismos, pueden, sin embargo, resultar peligrosos por no ser convenientes a la edad, al lugar, a los estudios, a las inclinaciones, a las pasiones nacientes, a la vocación. También deben eliminarse estos libros. En cuanto a los libros honestos y amenos, se haría un gran favor a los estudios, si se pudiese prescindir de ellos; los profesores podrán, así, medir los deberes escolares de los alumnos en proporción al tiempo de que disponen. Mas, como hoy día es casi incontenible la manía de leer y como también hay muchos libros buenos que excitan demasiado las pasiones y la imaginación, he pensado, si el Señor me da vida, organizar e imprimir una colección de libros amenos para la juventud. Todo esto que digo es con respecto a los libros que se leen privadamente. Tocante a las lecturas comunitarias en comedores, dormitorios y salón de estudio, diré, en primer lugar, que no se lean nunca libros, sin ser aprobados previamente por el Director, y exclúyanse las novelas de toda clase, que no hayan salido de nuestra tipografía. Léanse en el comedor el Boletín, las Lecturas Católicas, a medida que se publican, y, en los intervalos, los libros de historia impresos en el Oratorio, la Historia de Italia, la Historia Eclesiástica y de los Papas, las Narraciones de América y otros temas, pero preferentemente publicados en la colección de las Lecturas Católicas y los libros de historia y de cuentos de la Biblioteca de la Juventud. Estos últimos podrían leerse en el salón de estudio, donde hubiese todavía la costumbre de una lectura durante el último cuarto de hora antes de la escuela de canto. En la lectura de los dormitorios quiero se destierre en absoluto toda lectura recreativa o amena; deseo se adopten libros, que causen en el ánimo del jovencito, que va a descansar, impresiones aptas para hacerlo mejor. Por tanto, será muy útil que se empleen libros agradables, pero de tema más bien religioso o ascético. Empezaría por las biografías de nuestros jovencitos Comollo, Savio, Besucco, etc.; seguiría con los libritos de las Lecturas Católicas, que tratan de religión; terminaría con las vidas de santos, eligiendo las más atrayentes y oportunas. Estas lecturas ((**It17.200**)) después de la brevísima plática de la noche, hechas por un corazón que desea la salvación de las almas, estoy seguro que a veces harán más efecto que una tanda de ejercicios espirituales. Para obtener plenamente estos deseados efectos y lograr que nuestros libros sirvan de antídoto contra los libros malos, os ruego y os suplico que vosotros mismos améis las publicaciones de nuestros Hermanos, manteniéndoos libres de todo sentimiento de envidia o menosprecio. Si encontraseis alguna deficiencia, prestaos, de palabra y también de obra si podéis, a que se puedan hacer las correcciones necesarias, notificando vuestras observaciones al autor mismo o a los Superiores, a quienes incumbe la revisión de nuestras publicaciones. Si los jovencitos oyen al maestro o al asistente alabar un libro, también ellos lo alabarán, lo apreciarán y lo leerán. Recordad aquellas palabras que el Padre Santo Pío IX dirigía un día a los Salesianos: <>Por qué sus escritores son tan estimados? Porque los hermanos se cuidan de revisar y corregir, como si fuesen suyas propias, las obras de otro hermano; después ponderan en público sus méritos a través de los periódicos y revistas, de que pueden disponer, les crean buena fama y, en sus conversaciones privadas, no salen de sus labios más que palabras laudatorias. Nunca oiréis a uno solo de esos Padres, que por cierto se cuentan por millares, proferir palabras de crítica, que puedan menoscabar la fama de un Hermano>>. Proceded así también vosotros en medio de nuestros queridos jovencitos y estad seguros de que nuestros libros harán un bien inmenso. (**Es17.177**))
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