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((**Es17.176**) arma y la experiencia os enseña cuán criminalmente saben emplearla para daño de la inocencia. Los títulos llamativos, la buena calidad del papel, la limpieza de los caracteres de imprenta, la finura de los grabados, la economía en el precio, la garra del estilo, la variedad de la trama, el fuego de las descripciones, todo está estudiado con arte y sagacidad diabólica. Toca a nosotros oponer armas contra armas, arrancar de las manos de nuestros jóvenes el veneno, que la inmoralidad y la impiedad les ofrece; oponer libros buenos a libros malos. íAy de nosotros, si durmiésemos, mientras el enemigo vela continuamente para sembrar la cizaña! Por eso, desde el principio del curso escolar, hay que cumplir lo que prescriben los reglamentos: obsérvese pues, atentamente qué libros traen consigo los alumnos al entrar en el Colegio, destinando, si hace falta, una persona para revisar baúles y paquetes. Además, mande el Director de cada casa hacer a los muchachos la lista detallada de los libros que traen y entregarla al Superior mismo. Esta medida no será superflua, porque así se podrá examinar mejor si se dejó de ver algún libro y porque, si se conservan estas listas, podrán servir en determinadas circunstancias para actuar contra quien maliciosamente hubiese ocultado un libro malo. Manténgase esta vigilancia durante todo el año, exigiendo a los alumnos que entreguen cualquier libro nuevo que adquieran o reciban de parientes, amigos y condiscípulos externos; observando si, por malicia o por ignorancia, se hiciera llegar a sus manos paquetes envueltos en diarios malos; y haciendo prudentes inspecciones en el salón de estudio, en los dormitorios y en las aulas. Nunca serán excesivas las precauciones, que se tomen con este fin. El profesor, el director de estudios y el asistente observen también lo que leen los muchachos en la iglesia, en el patio, en el aula y en el estudio. Además, hay que eliminar los vocabularios no expurgados. Para muchos jóvenes son el principio de la malicia y de las asechanzas de los compañeros malos. Un libro malo es una peste, que contamina a muchos jóvenes. El Director debe considerarse afortunado, cuando logra arrancar de las manos de cualquier alumno uno de estos libros. Desgraciadamente los muchachos que tienen estos libros difícilmente se prestan a la obediencia y acuden a toda suerte de artimañas para esconderlos. El Director debe luchar contra la avaricia, la curiosidad, el miedo al castigo, el respeto humano y las pasiones desenfrenadas. Por eso, creo que es necesario ganarse el corazón de los jóvenes, convenciéndolos con la dulzura. Varias veces al año, debe tratar el tema de los libros malos en el púlpito, en la plática de después de las oraciones de la noche, en las aulas y hacer ver los daños que de ellos se siguen; convencer a los jóvenes de que no se pretende más que la salvación de sus almas y de que, después de Dios, lo queremos más que cualquier otra cosa. Se proceda con rigor solamente ((**It17.199**)) cuando un joven sirviese de daño a los demás. Si uno entrega un libro malo ya avanzado el curso escolar, disimúlese la desobediencia cometida y acéptese el libro como un precioso regalo. Tanto más cuanto que puede ser que el confesor le haya prescrito esta entrega, y sería imprudente hacer más averiguaciones. La noticia de esta benignidad por parte de los superiores induciría a los compañeros a denunciar a los que tuviesen escondidos tales libros. Pero, una vez descubierto un libro prohibido por la Iglesia o por ser inmoral, échese en seguida a las llamas. Hubo libros, que fueron quitados a los jóvenes y, por guardarlos, acarrearon la ruina de sacerdotes y clérigos. Procediendo de este modo, espero que no entrarán libros malos en nuestros colegios, y, si entran, serán pronto destruidos. Pero, además de los libros malos, hay que vigilar otros que, aun siendo buenos o (**Es17.176**))
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