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es necesario. Los directores y profesores, que
tuviesen que manejar alguno de estos libros,
guárdenlo bajo llave. No creía yo que pudiese
haber tanta manía de leer libros prohibidos como
ahora la hay; ni tampoco la de perder el tiempo y
arruinar el alma con las novelas. Léanse y dense a
leer con preferencia las biografías de nuestros
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alumnos y también todos los libros de las Lecturas
Católicas y los de la Biblioteca de la Juventud.
Los hay magníficos. Nosotros apreciamos poco
nuestras cosas. Hasta tenemos miedo a ponerlos en
la lista de los libros de premio en nuestros
mismos colegios. Les parece a algunos una
humillación dar libros religiosos a muchachos de
cuarto y quinto curso del bachillerato. Recomendó,
además, otra cosa. Dedíquese toda diligencia y
todo esfuerzo para introducir y practicar en
nuestras casas el sistema preventivo. Los
Directores den conferencias sobre este
importantísimo punto. Son incalculables las
ventajas que ello aportará para la salvación de
las almas y la gloria de Dios.
A propósito de las lecturas hacía mucho tiempo
que don Bosco rumiaba la idea de hacer llegar a
todos una palabra autorizada de su propio cuño. En
efecto, en 1883 había dicho a Lemoyne:
-En su día te daré un trabajo.
Un año después, le preguntó de repente:
->>Recuerdas lo que te dije sobre un trabajo,
que te daría a hacer?
Pues bien, ya ha llegado la hora.
Y le trazó el esquema de una circular acerca de
las lecturas para enviarla después a las casas, al
principio del curso escolar. Don Juan Bautista
Lemoyne la escribió y don Bosco revisó esta larga
carta que fue repartida por los colegios a
primeros de noviembre.
Muy queridos hijos en J. C.:
Un gravísimo motivo me determina a escribir
esta carta a principios del curso escolar. Todos
sabéis lo mucho que quiero las almas, que nuestro
Señor Jesucristo quiso confiarme en su infinita
bondad, y no debéis por otra parte olvidar ni
minusvalorar la gran responsabilidad que pesa
sobre los educadores de la juventud y la
estrechísima cuenta que éstos deberán dar de su
misión ante la Divina Justicia. Pero yo debo
llevar esta responsabilidad inseparablemente unida
con vosotros, mis queridos hijos, y ansío que sea
para vosotros y para mí, origen, fuente y causa de
gloria y vida eterna. Por esto, he pensado llamar
vuestra atención sobre un punto importantísimo,
del que puede depender la salvación de nuestros
alumnos. Me refiero a los libros, que se deben
apartar de las manos de nuestros jovencitos y de
los que deben usarse para las lecturas
individuales y para las que se hacen en común.
Las primeras impresiones, que reciben las
mentes castas y los corazones tiernos de los
jovencitos, duran todo el tiempo de su vida; y los
libros son hoy día una de las principales causas
de éstas. La lectura tiene para ellos ((**It17.198**))
vivísimo atractivo y excita su impaciente
curiosidad, de la que depende muchísimas veces la
elección definitiva, que hacen del bien o del mal.
Los enemigos de las almas conocen el poder de esta
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