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casa. Don Juan Bonetti introdujo entonces el tema
de la asistencia a los muchachos y de los
dormitorios, abiertos durante el día. Al llegar a
cierto punto, don Bosco cortó la cuestión con una
serie de preguntas:
->>Quién es actualmente el responsable de la
disciplina? >>A quién han de acudir los maestros y
asistentes para encontrar apoyo? >>Y el
contencioso según las reglas? >>Y cuando falta un
maestro, quién se cuida de que haya otro en su
lugar?... He dicho que no se repare en gastos, con
tal de que haya todo lo necesario para garantizar
el orden... El Director no tiene que actuar él en
persona, sino velar para que actúe otro.
Propuso después una sesión sobre el mismo tema
para el día cuatro de julio.
Pero, preocupado por los inconvenientes, que a
menudo se sucedían y que ocasionaban gran
descontento entre los muchachos, sin aguardar a
aquella fecha, escribió de su puño y letra siete
cosas, que creía necesarias, para que terminase el
curso en paz. Las tituló <>. Y eran las siguientes:
<< 1.¦, Una novena a María Santísima, según la
intención de don Bosco. 2.¦, Tomar a los muchachos
por las buenas, demostrarles que todo se hace por
su bien y que se tiene interés por su progreso en
los estudios. 3.¦, De cuando en cuando organizar
alguna charla, por la tarde, dada por alguno de
los miembros del Capítulo Superior. 4.¦,
Asistencia: Esfuércense los miembros del Capítulo
por compartir el recreo con los muchachos. 5.¦, El
Director, u otro en su lugar, dé una conferencia a
todos los que asisten a los jóvenes, para
animarlos a proceder de tal manera que
desaparezcan las murmuraciones. 6.¦, Procurar
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promover la frecuencia de los sacramentos y decir
francamente en público que algunos no se han
confesado ni en los ejercicios ni por la fiesta de
María Auxiliadora. 7.¦, Hable alguna vez don Bosco
a los jóvenes.>> Cuando llegó el día cuatro de
julio, don Bosco mismo volvió a entablar la
cuestión de la reforma del Oratorio, tomando el
Reglamento como punto de partida.
DON BOSCO.- He examinado el reglamento que se
seguía antaño y me he convencido de que debe
observarse también en nuestros días, porque
previene y resuelve todas las necesidades. Pero es
necesario que el Director gobierne, que conozca
bien su reglamento y el de los otros y todo lo que
deben hacer y que todo parta de un principio
único. Ahora ha comenzado un relajamiento en esta
unidad. Uno dice: la responsabilidad no es mía. El
otro la rehúsa. Todos mandan, y de ahí proceden
los desconciertos. Uno da una orden y el otro no
la cumple. Los asistentes quieren tener también su
autoridad y, íay! de quien los toque.
Establézcase, pues, este principio de autoridad
como lo había antes: haya un solo responsable.
Este no tome sobre sí el
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