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cuatrocientos cantores desde Patagonia. De ahí
nació que muchos tuviesen cierta persuasión de que
se celebraría la gran fiesta; pero era el afecto
quien prestaba alas a la fantasía. El mismo
Lemoyne atestigua que el Santo no dio nunca a
conocer a nadie que aceptara ni siquiera el
auspicio de que venimos hablando.
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